"Todos los días la gente se arregla el cabello,
¿Por qué no el corazón?"

domingo, 24 de febrero de 2013

Mi mamá me mima


“Mi hijo tiene mucho carácter, es un egoísta y un caprichoso. Cuando las cosas no salen como él  quiere se enfada, grita, llora y monta el numerito hasta que lo consigue. Siempre me dice que no a todo, debo repetirle las cosas un montón de veces para que lo haga a medias y hasta que no grito y me enfado con él, no surge efecto. ¡Me tiene harta! ¡No sé a quién habrá salido!”

Posiblemente, este trozo de texto recoja los pensamientos del 85% de los padres que luchan cada día CON sus hijos. Y digo CON, no CONTRA. Pues en el momento en que la educación de un hijo se convierte en una lucha por la autoridad, deja de tener un fin tan grande y positivo como el de ayudarles a hacerse personitas sanas y capaces de afrontar las dificultades de la vida de una manera adecuada.

En muchas ocasiones, cuando la rutina diaria en casa son las peleas constantes entre la buena voluntad de los padres por conseguir que sus hijos acepten las responsabilidades VS las ganas de estos últimos por hacer lo que les apetece, se pierden un montón de aspectos bonitos y amorosos que se han normalizado y no se tienen en cuenta.

¿Cuántas veces hemos oído a lo largo de nuestra vida: “Es que es lo que tienes que hacer”? Es cierto, es lo que “es aconsejable” que hagan para un buen crecimiento, pero a nadie le amarga un dulce y, si ese dulce no se consigue por sí solo, quizá se debería replantear la idea de premiar aquellas cosas que se hacen bien igual que se penalizan las que se hacen mal.

¿Por qué responder sólo hacia un lado (el negativo) y no hacia el otro (el positivo)?  A fin de cuentas, ¿no siguen siendo conductas que hacen a lo largo del día? Por tanto, deben obtener la atención de los padres ambos tipos de situaciones.

Para premiar las cosas que se hacen bien (aunque para los padres sean cosas normales), no es necesario comprarles un juguete, chuches, una Nintendo DS 3D, etc. Lo que más necesitan los niños, es la expresión del amor que sienten sus padres hacia ellos. No es suficiente con pensar cosas como: “Él/ella ya sabe que le quiero”. Quizá un recordatorio de vez en cuando, es lo justo y necesario para que pongan una sonrisita durante el resto del día.

Porque, al fin y al cabo, lo único que quieren es que les mimen. Será tarea de los padres saber cuándo mimar y cuándo enseñarles que en la vida no es todo como uno quiere.
 

martes, 12 de febrero de 2013

Al mal rollo, buena cara :)


Me fascina comprobar empíricamente a lo largo de mi vida que, en todo grupo de más de 8 personas aproximadamente, los roles se repiten. Personas de distintas ciudades y distintas edades forman grupos con los mismos roles ¿No es fascinante?

Lo que quizá es menos fascinante y divertido es lidiar con la persona ocupante del rol del que me he propuesto hablar hoy. Me ha apetecido llamarle “El amargado” con sus subtipos incluidos.

La persona amargada se caracteriza por ser negativa, cascarrabias e intentando y, en muchas ocasiones consiguiendo, impregnar al grupo de su visión negativa y asqueada de la vida, su vida.  Respecto a los tipos, he conseguido clasificar tres:

1.       El amargado victimista: Aquél que ocupa las conversaciones del grupo con comentarios negativos depresivos y, por consiguiente, se evita cada vez más preguntarle cómo está. La evitación no elimina, sólo reduce, pues si el amargado victimista quiere hacer su función, cogerá por banda a quien crea oportuno.


2.       El amargado agresivo: Quien está totalmente descontento y, como vía de escape a  la frustración que obtiene de su vida (porque en el fondo, sólo es la suya), se dedica a proyectar su agresividad, ira y odio en la forma de comportarse de los demás quienes, al fin y al cabo, son felices con la vida que les ha tocado vivir. Se le reconocerá cuando alguien diga este comentario sobre esa persona: “A ver si folla de una p.vez”.


3.       El amargado inestable: Versión que puede estar formada por fluctuaciones entre el amargado victimista, el amargado inestable y/o la persona feliz. El amargado inestable es aquél que tiende a presentarse como uno de los dos subtipos anteriores pero intercala épocas felices donde parece una nueva persona. Hecho que descoloca realmente al resto del grupo, puesto que los demás deben actuar con pies de plomo en cada ocasión para evitar un conflicto posterior.


Como licenciada en psicología, creo que lo adecuado es la empatía, la comprensión y las ganas de convertir esos pensamientos negativos en positivos. Como superviviente social, opto por la extinción y la positividad obviando el camino fácil: la guerra. En resumen, una carita sonriente para todas esas personas