"Todos los días la gente se arregla el cabello,
¿Por qué no el corazón?"

miércoles, 30 de octubre de 2013

¿Qué pensarán de mí?

El experimento realizado por Salomon Asch (1951) que os pongo a continuación, es uno de los clásicos en el estudio de la conformidad grupal. Y si vamos a hablar de cómo nos afecta lo que nos digan los demás y lo que los demás piensen de nosotros, qué menos que ilustrarlo con este video:




Como se puede observar, el sujeto experimental prefiere no hacer caso a su forma de pensar para responder como el resto del grupo. Esto es porque, a grandes rasgos, tememos ser diferentes, hacer el ridículo. Nos aterra que puedan pensar mal de nosotros. Pero y esto ¿por qué? Si ni siquiera el chico del video tiene un vínculo con el resto de estudiantes…
Por una parte, esta forma de actuar, deja entrever una falta de seguridad y de confianza en nosotros mismos. Como no confiamos en nosotros, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, nos comparamos con los demás y nuestro valor depende de lo que nos valoren los demás. Por eso, en parte, muchas personas “necesitan” que las valoren, porque ese sentimiento no lo obtienen por ellas mismas.

Entonces ¿Qué hacemos? ¿Hacemos lo que quieren los demás y estamos en desacuerdo con nosotros mismos con todo lo que eso conlleva? Así nos sentimos normales. Nos sentimos dentro de un grupo.

O ¿Hacemos, pensamos y sentimos de acuerdo a nuestras creencias y valores pero aterrándonos por lo que puedan decir y pensar de nosotros constantemente?
Quizá, una buena opción sería empezar a valorarnos a nosotros mismos tal y como somos o cambiar aquello que no nos gusta para querernos más todavía y así no necesitar que nos valoren otros, porque ya lo hacemos nosotros mismos.




 

miércoles, 23 de octubre de 2013

Veo, veo. ¿Qué ve un adolescente?

Como esta semana en ¿Te atreves? nos hemos dedicado a conocernos a nosotros mismos, vamos a tratar de manera introductoria cómo se ven a sí mismos los adolescentes.
Las personas vamos construyendo nuestra identidad desde pequeños, pero es en la adolescencia cuando esta búsqueda de la identidad se incrementa. Ya no son niños pero tampoco son adultos. Entonces ¿Qué son? Y para resolver esta pregunta, el adolescente busca encontrarse a sí mismo y crear una imagen positiva tanto para ellos como para sus seres queridos.
En la búsqueda del autoconocimiento juega un papel muy importante el realismo con el que cada uno ve sus acciones y su forma de pensar y sentir. Pero los constantes altibajos de los adolescentes en su estado de ánimo influyen en el nivel de realidad con el que se ven. Este es uno de los aspectos de por qué es tan complicado desarrollar el autoconcepto en esta etapa.
Pero, ¿qué es el autoconcepto? El autoconcepto es la forma en que las personas se ven a sí mismas. Y entonces, ¿en qué se diferencia de la autoestima? En que la autoestima es la forma en la que las personas se valoran a sí mismas.
Desde la preadolescencia (12-14 años) se preocupan por su cuerpo, por su aceptación social, por si su grupo les rechaza, si son queridos por sus padres… Es por esto, por lo que es recomendable crear una autoestima positiva desde la familia ya que es el pilar afectivo y social desde el nacimiento. Una autoestima positiva lleva, por consiguiente, a gozar de salud mental, por lo que es muy importante que los padres les hagan sentir queridos a pesar de las posibles disputas (nunca decirles “eres malo, eres tonto…” Si no, “no me gusta esto que has hecho”) y si, pasado unos minutos del conflicto, el ambiente se tranquiliza, no dejar pasar la posibilidad de decir algo tan grande como es un “te quiero”.
Con la adolescencia llega la búsqueda de la autonomía y eso supone que, en algunas ocasiones, decidan no ir a viajes, excursiones o eventos a los que antes iban acompañando a la familia. Para algunos padres es un tema difícil de afrontar pero que hay que comprender. El paso a una nueva etapa supone cambios, y entre ellos se encuentra la posibilidad de renunciar a la presencia continua de los padres. Así, siendo más independientes, llegarán a ser más autónomos.
Algunos padres se sienten molestos ante estos nuevos cambios al opinar que están cuestionando su autoridad. Es entonces cuando se ponen a la defensiva, propiciando que el adolescente también se ponga a la defensiva y surja el conflicto. Esto, paradójicamente, hace que las ganas de autonomía del/la hijo/a crezcan. Pero es muy importante destacar que NO es una ruptura real sino que es un cambio en la relación y, por tanto, es aconsejable que los padres den un voto de confianza. Esto es una situación difícil puesto que no sólo los padres tienen miedo a perder el cariño de sus hijos sino que los adolescentes temen perder el amor de sus padres.
Para finalizar, los adolescentes pueden comportarse como adultos en determinadas ocasiones para buscar la independencia cuando realmente no lo son. Por esto, hago hincapié en la importancia que tiene preparar a los hijos para vivir una etapa de mayor autonomía y, por tanto, de RESPONSABILIDAD.
 
 

miércoles, 16 de octubre de 2013

Hijos desobedientes, padres impotentes y comunicación errónea


La desobediencia puede provocar problemas en la convivencia familiar al suponer un desafío hacia la autoridad, en este caso, de los padres o educadores. Pero, ¿cómo puede manifestarse la desobediencia? A nivel general, de tres formas:

1.       El niño/adolescente que parece no escuchar: Se opone de forma pasiva a las órdenes de los adultos.
2.       El niño/adolescente negativista: Quien desbarata la autoridad de los padres con un simple monosílablo. NO.
3.       El niño con rabietas o adolescente agresivo, haciendo notar el desacuerdo en su total expresión agresiva.

Pero, para hacer un análisis exhaustivo de la situación, no debemos centrarnos solamente en el niño o adolescente sino que es aconsejable que los padres y demás adultos aprendan a comunicarse con ellos en esos momentos tan delicados y aprendan a dar órdenes.

Algunos de los errores más frecuentes a la hora de dar órdenes a los hijos son los siguientes:

-          Órdenes inatendidas: Los padres que piden a su hijo que baje el volumen de la televisión, pero lo piden a gritos desde la cocina.

-          Órdenes confusas: “Ya tienes edad para portarte como una persona mayor” ¿Qué significa concretamente ser mayor? ¿Portarse bien en clase? ¿No jugar?

-          Órdenes poco realistas: Padres que exigen que sus hijos aprueben toda la tercera evaluación cuando la primera y la segunda han suspendido seis.

-          Órdenes metralleta: Muy largas o muy repetidas. EJ: “Métete a la ducha y lávate el pelo que luego tienes que cenar y no te da tiempo. Dúchate ¿eh? Pero ya, que luego no te da tiempo a cenar, bla bla bla bla bla”

-          Órdenes injustas: Como por ejemplo, imponer la carrera, la rama de estudio o las actividades extraescolares a los hijos.

-          Órdenes débiles: Con un tono dubitativo y que aparenta opcional. EJ: “A los papás les gustaría que les ayudaras a poner la mesa, ¿Qué tal si nos echas una mano?”. El problema de preguntar si se hace o no, es que los hijos tienen la total libertad de decir que no.

-          Órdenes desgastadas: Incitan a hacer oídos sordos. EJ: “¿Cuántas veces te tengo que decir que…. (a partir de ahí, dejan de escuchar)”

-          Órdenes autoritarias: En un tono agresivo. EJ: El adulto golpea la mano del hijo con la que sostiene la cuchara y le grita “no te levantas de la mesa hasta que no te lo termines todo”.

Y en mi opinión, la reina de las órdenes que resultan fallidas:

-          Órdenes inconsistentes: Aquellas en las que se contradicen las figuras de autoridad y varían según el estado de ánimo de quien las dicta. Por ejemplo: Padre o madre que castiga una acción que el hijo realiza todos los días sólo cuándo el adulto ha tenido un mal día. La otra versión de este tipo de órdenes es en la que uno de los adultos autoriza al hijo a salir a la calle cuando el otro adulto no está (aquí los abuelos, juegan un papel muy importante).

Por tanto, después de aprender cómo NO es aconsejable que se comuniquen las órdenes… ¿Cómo deben ser?

-          Claras y específicas: “Recoge los juguetes que has sacado”

-          Comprensibles: Expresadas en un lenguaje conocido por el niño/adolescente

-          Cortas: “Lávate las manos”

-          Darse de una en una y en número reducido

-          Coherentes: Acordadas entre los adultos y no fruto de la improvisación ya que puede ir seguida de un arrepentimiento posterior y, por tanto, de anular la orden desautorizándose a uno mismo

-          Firmes

-          Describir las consecuencias de su cumplimiento o no: “Si no terminas los deberes ya sabes que no ves la televisión”.

-          Ser aplicables a todos los miembros de la familia: Así evitaremos celos y entenderán que no son “por fastidiarles” sino que son unas reglas comunes para todos.

-          No ser contradictorias con otras órdenes

-          No deben ir acompañadas de instigación física ya que se ha comprobado que dificulta aún más el cumplimiento de la orden.



¿Y vosotr@s? ¿Habéis recibido o dado alguna orden errónea? ¿Cómo conseguís que vuestros hijos o alumnos obedezcan?
 
 

miércoles, 9 de octubre de 2013

Y a mi hijo/a ¿Quién l@ educa? ¿La familia o el colegio/instituto?


Si tenemos en cuenta las horas que los niños y adolescentes pasan en el colegio (horas lectivas + comedor + actividades extraescolares), nos podemos hacer una idea de la importancia que adquiere la escuela para los niños y adolescentes una vez iniciada la escolaridad obligatoria (Primaria). A partir de los 6 años, el colegio se convierte en un gran punto de referencia, todo esto sin dejar atrás a los padres, quienes siguen siendo su fuerza moral y su filtro de malas influencias.

En el colegio, además de enseñar conocimientos, se les enseña a pensar y a valorar las cosas (a resolver conflictos, la importancia del esfuerzo, la naturaleza, las huelgas, la solidaridad, etc.). En esta época, la figura del profesor se convierte en un modelo a seguir y muchos niños imitan su forma de actuar. Por tanto, el colegio es mucho más que la enseñanza de conocimientos. Pero ¿cuál es el papel de los padres?

Algunos padres consideran que la educación de conocimientos, valores morales, motivaciones, etc. debe enseñarse en el colegio y no es competencia de la familia. Por el contrario, a menudo se responsabiliza a los colegios de muchos problemas sociales: la apatía de los adolescentes, la falta de cultura ecológica o de interés por el arte, el mundo materialista en el que viven los menores… Es por esto que llegamos a la conclusión de que el colegio no forma lo suficiente en estos aspectos. Entonces, ¿esto se aprende en el colegio o en casa?

La clave de esta pregunta se encuentra en el equilibrio. Los colegios se encargan de enseñar unos conocimientos básicos, enseñarles habilidades para potenciar sus destrezas, transmitirles valores sociales y mejorar la convivencia de los alumnos.  Pero estas funciones se llevan a cabo como continuidad de la educación dada en cada familia.

Es por esto por lo que es aconsejable una relación comunicativa entre el profesor y los padres de cada niño/a o adolescente para comentar la evolución tanto en el aula como en casa.  Pero esta relación no sólo debe mantenerse ante problemas, sino que la frecuencia de visitas puede ser como mínimo una vez al trimestre sin necesidad de que el fin sea comentar las notas. Para los hijos es muy gratificante ver que sus padres sacan un hueco de sus vidas para hablar con sus profesores.

En el caso de que surjan conflictos con el colegio, no es aconsejable criticar al centro delante de los hijos ya que no sirve para resolver el problema, desautoriza a las personas que lo forman y además puede desmotivarle con respecto a su futuro. Lo recomendable es hablar con el centro y, en el caso de que sea necesario, contactar con los superiores (siempre y cuando no se llegue a una solución con los tutores o jefes de estudio).

Por último y haciendo referencia a los aspectos puramente académicos, la revisión de las tareas debe ser motivadora y con total disposición para ayudarles en las dudas que le vayan surgiendo. A lo largo de los años, nos han enseñado a fijarnos en los posibles errores para conseguir un resultado perfecto. Pero es importante no olvidar que se pueden corregir las tareas enfatizando los avances y los aciertos además de mostrar los aspectos a mejorar.
 
 

miércoles, 2 de octubre de 2013

Houston, tenemos un problema


El día a día nos obliga, en muchas ocasiones, a enfrentarnos a determinados problemas y solventarlos para seguir adelante. Las dificultades se presentan de todo tipo: exámenes, planes a los que no sabes si ir o no, elecciones entre dos o más destinos de viaje, amigos que te hacen daño y no sabes cómo solucionarlo, parejas con problemas que dudan entre hablar, callarse, dejarlo pasar, romper, seguir adelante…

Por tanto, es aconsejable estar preparados y contar con la habilidad suficiente para resolver esos problemas de la manera más sana y eficaz. Por esto, hoy explicaré la Técnica de Resolución de Problemas basándome en las aportaciones de Juan Sevillá y Carmen Pastor.

La Técnica de Resolución de Problemas cuenta con los siguientes pasos:

1.      Definir el problema
2.      Buscar opciones
3.      Valorar y decidir
4.      Aplicar y revisar

Parece una tarea obvia y fácilmente aplicable pero, la mayoría de las veces, nuestros sentimientos se mezclan con el problema y todo se complica bastante más de lo que parece.


PASO 1: Definir el problema

Para ello, podemos contestar a las siguientes preguntas:

-  ¿Quién tiene el problema?

-  ¿En qué consiste el problema?

-  ¿Por qué es un problema para mí?

-  ¿A qué áreas de mi vida afecta?

-  ¿A qué otras personas afecta?

-  ¿Desde cuándo tengo este problema?

Una vez se han respondido estas preguntas (aconsejo hacerlo todo por escrito), se define el problema de tal forma que lo entienda alguien desconocido que no sepa nada de lo que nos preocupa. Un error común en esta fase es definir el problema en base a dos alternativas únicamente. Ej: “No sé si dejarle o no”. El problema bien definido sería: “Tengo que decidir qué hacer con mi relación de pareja. El estado actual no me gusta y creo que cada día nos afecta más a los dos”.

 
PASO 2: Buscar opciones

Consiste en realizar un lluvia de ideas en una lista lo más larga posible pero sin juzgar ni valorar cada opción (eso será en otro paso). En esta lista, las ideas no pueden ser abstractas ni imposibles de realizar.

Si se te ocurren pocas opciones, algunos consejos pueden ser:

o   COMBINAR algunas opciones de la lista

o   RECORDAR cómo solucionaste el problema en el pasado

o   IMAGINAR cómo solucionaría este problema alguien a quien admires (real o ficticio)

NOTA: Si sólo se te ocurren dos alternativas es porque la definición está mal hecha

 
PASO 3: Valorar y decidir

Tras hacer la lista con todas las opciones, se evalúan los pros y los contras de cada opción, no sólo a nivel personal sino en las demás personas o el mundo. EJ: “Irme de casa sin avisar a nadie”. Pro: “Me siento libre”. Contras: “No tendría donde dormir, preocuparía a mis familiares o a mi pareja…”

Vuelvo a hacer hincapié en no escribir opciones ni valoraciones con pros y contras que sean abstractos. Ej: No es aconsejable escribir “sentirme bien”. Sería “tener más tiempo para mí, dormir mejor…”

A veces es necesario puntuar del 0-10 cada ventaja y desventaja, sumando y viendo el resultado final. EJ:



PASO 4: Aplicar y revisar

Una vez escogida la opción, se hace un plan de cómo se va a llevar a cabo (por si se desecha una buena opción por haberla aplicado mal). ¿Cómo se hace el plan? Resolviendo a estas preguntas:

1. Qué hacer
2. Cómo
3. Cuándo


Espero que ahora que ya tenéis los pasos para resolver problemas, los viváis con menos ansiedad y los obtengáis mejores resultados ;)