"Todos los días la gente se arregla el cabello,
¿Por qué no el corazón?"

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Llevaba 9 meses esperando ver esa carita que me enamora

Hoy en el blog os hablo de las primeras horas con el bebé justo después del parto. Así, si estáis cerca de las cuarenta semanas, reconoceréis estos pasos cuando lleguéis al hospital.
En forma de resumen, os pongo una imagen donde se explica los 4 pasos que se dan durante el parto extraída del libro “Vas a ser papá” de Mario Guindel.

Una vez ha terminado el parto, la madre pasa ingresada entre 2 y 5 días según el tipo de centro, el tipo de parto, el estado de salud de la madre y/o el bebé, etc. Si el parto se ha dado sin complicaciones, la madre y el bebé son sometidos a varios controles para comprobar que la salud de ambos está bien. Una de las pruebas es el llamado test de Apgar.
Este test se utiliza para evaluar el estado del bebé nada más nacer. Se lleva a cabo nada más nacer y se repite a los cinco minutos. En esta prueba se comprueban 5 parámetros: el latido del corazón, la respiración, el tono muscular, los reflejos y el color de la piel. Cada parámetro se puntúa de 0 a 2 y el resultado del test es la suma de las cinco puntuaciones. ¿Cuál es la puntuación ideal? Entre 8 y 10. ¿Qué pasa si la puntuación es menor? La puntuación de 7 es normal y una puntuación menor se puede aceptar siempre y cuando en la segunda comprobación este número aumenta. Un bebé que puntúa menos de 5 precisa de asistencia médica inmediata.
Una vez comprobados los estados de salud, la madre y el bebé podrán subir a la habitación siempre y cuando a la madre no le hayan administrado anestesia. El primer día con el bebé puede ser algo desconcertante ya que, tras haberlo idealizado durante tanto tiempo, puede que los sentimientos que manifiesten los padres no sean tan intensos como los habían imaginado. Ante esta situación no hay que alarmarse. Sobre todo en el caso de la madre, que está muy cansada después del parto y, además, el ambiente hospitalario no es el más motivador. Es posible que le entren ganas de llorar tanto por la bajada de hormonas como por la relajación después de tanta tensión y esfuerzo.
Además, es probable que la madre intente dar de mamar al bebé sin éxito. Posiblemente porque no sabe o porque la madre todavía no tiene leche entre otros motivos. Por lo que el niño llorará a ratos porque tiene hambre pero todavía no consigue comer.
Por todo esto, es aconsejable que las visitas no agobien ni a los padres ni al bebé. Es el principio de una vida por lo que tendrán tiempo suficiente para estar con el bebé y para hablar con los padres y preguntarles por su estado de salud y anímico.
Por último, os dejo una foto del “mini ser” que ha inspirado esta entrada del blog. Mi sobrino Raúl ;)
¡Suerte a todos los futuros padres!

 

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Mi cuerpo dice cosas que no quiero saber

¿Os ha pasado alguna vez que estáis tristes y pensáis que todo os sale mal? ¿Que alguien os odia y os está deseando lo peor? ¿Que por mucho que intentáis llevar a cabo un plan nunca sale bien? Supongo que si os ha pasado os habéis sentido impotentes, frustrados, habéis sentido rabia y/o tristeza.

 
¿Habéis pensado alguna vez en buscar el por qué de todo esto? En la actualidad, la crisis económica nos dificulta y nos pone trabas a todo el mundo para poder realizar algunos de nuestros sueños. Pero que este factor no nos haga trasladar todo lo malo que nos pasa a factores externos. Es cierto que el ambiente dificulta la posibilidad de conseguir ciertas cosas pero no imposibilita nuestra capacidad de actuación. ¿Qué es lo que imposibilita nuestra capacidad de actuación? El miedo. El miedo a fallar, el miedo a tomar una decisión equivocada, el miedo al qué dirán, el miedo a defraudar, el miedo a conseguir algo y que nos quede grande… Aprovecho para aclarar que no creo que haya decisiones equivocadas siempre y cuando se tomen de forma meditada. Es posible que con el tiempo pensemos en todos los beneficios que hubiera supuesto escoger la otra decisión pero, si hemos sido conscientes del motivo por el que tomamos la decisión en su momento, entenderemos por qué lo hicimos y nos daremos cuenta que en ese momento de nuestra vida era lo que queríamos hacer. Y cuando antes empecemos a actuar así hasta en decisiones aparentemente triviales como aparcar el coche algo más lejos de nuestro destino aun sabiendo que puede haber aparcamientos más cercanos, empezaremos a ser más felices porque dejaremos de criticarnos a nosotros mismos con frases como “podría haberlo dejado más cerca”.

 
Cuando tenemos miedo es posible que optemos por aparcar todos nuestros pensamientos y sentimientos con frases como “ya se verá”, “ya lo pensaré”, “aún es pronto”, “todavía queda mucho tiempo para eso”, “por ahora voy a disfrutarlo”, etc. Pero, aunque nos evadamos de todo pensamiento y sentimiento, nuestro cuerpo puede empezar a actuar de forma incontrolable e inconsciente. Es entonces cuando puede aparecer la somatización. La somatización es cualquier síntoma corporal que aparece o se ve incrementado por causas psicológicas o situacionales como, por ejemplo, situaciones de estrés. Por ejemplo, son muchas a las personas que, en situaciones de estrés, les salen herpes labiales, se constipan o incluso llegan a tener fiebre.

 
Otra forma en la que nuestro cuerpo nos comunica lo que deseamos es actuando como realmente queremos aunque nos neguemos a pensarlo. ¿Os ha pasado alguna vez que estáis con vuestra pareja y de repente veis cosas que no os gustan de él/ella y que ya no queréis aguantar? En ese caso, tenéis dos opciones. La primera es dejar claro que no queréis seguir con la relación. La segunda opción es algo más compleja pero más utilizada a causa del miedo. Seguir el transcurso de la relación sin pensar en esas cosas que no os gustan, negándolo pero con cambios sutiles en vuestra forma de actuar. Empezáis a quedar menos, la comunicación va disminuyendo, hacéis planes con otras personas para dedicar menos tiempo a vuestra pareja, etc.

 
¿Autoboicoteais vuestros pensamientos y sentimientos para no actuar en determinadas situaciones? Sí. ¿Os boicotea vuestro comportamiento y actitud? También. Porque, aunque no queráis pensarlo, vuestro cuerpo os está mandando señales y vosotros tendréis que decidir si queréis hacerle caso o no.

 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

¿Cómo te relacionas con los demás?

¿Eres mi amigo/a? ¿Mi compañero/a de clase o trabajo? ¿Algo más que amigos/as? Estas son algunas de las preguntas que nos surgen cuando queremos etiquetar a las personas que nos rodean para saber qué relación tener con cada una de ellas.
Por otra parte, ¿os han dicho alguna vez que sois distantes, fríos o que vais  a vuestro rollo? O por el contrario, ¿que sois personas en las que se puede confiar y formáis parte de una relación íntima?
 
Para ayudar a colocar a las personas que nos rodean en las diferentes cajas con sus respectivas etiquetas, podemos utilizar la estructuración del tiempo de la que nos habla el Análisis Transaccional. Una forma sencilla de ver qué queremos esperar de la otra persona y cómo actuamos ante el miedo al rechazo de diferentes personas.
 
Según el AT, Eric Berne enumeró los siguientes seis modos de relacionarnos con los demás:
 
Aislamiento: Cuando no queremos relacionarnos con alguna persona. De esta forma evitamos el rechazo de los demás. Otra situación donde nos podemos encontrar aislados por voluntad propia, se da cuando estamos ante un grupo de personas con las que no nos sentimos seguros y entramos en nuestro mundo de imaginación y pensamientos.
El AT describe las caricias como “cualquier acto que implique el reconocimiento de otro". Es decir, que nos feliciten, que nos abracen, que nos correspondan, que nos devuelvan feedback… En el modo de aislamiento, somos nosotros mismos quienes nos damos autocaricias con nuestra ausencia mental y, por tanto, no necesitamos caricias por parte de los demás. Es por esta razón por la que, con determinadas personas, podemos optar por el aislamiento por miedo al rechazo. Porque de niños hemos aprendido que, en determinadas situaciones, intercambiar caricias supone un elevado riesgo.
 
Ritual: Consiste en mantener una relación personal basada en rituales aprendidos socialmente (hola, adiós, qué tal te va todo, dar la mano, dar dos besos…) o, por ejemplo, rituales laborales (ceñirse únicamente a trabajar en equipo). Estos rituales los hemos aprendido de nuestros padres y, cuando los llevamos a cabo, ponemos en marcha nuestro NIÑO ADAPTADO (hacemos lo que nos enseñaron). Nos sentimos seguros cuando hacemos lo que nos han enseñado nuestros padres porque, entre otras cosas, nos es familiar. Por lo que el riesgo percibido es muy pequeño.
 
Pasatiempo: Consiste en las típicas conversaciones de autobús, triviales o aquellas donde la temática se basa en arreglar los problemas mundiales, del país, de política, de desastres naturales, etc. En este modo se habla de cosas pero no se hace nada al respecto. Suele ser (no siempre) sobre cosas del pasado. Usamos el PADRE cuando prejuzgamos (ej. El mundo está muy mal y todo por culpa de los de siempre) y el NIÑO con frases como... “¿os acordáis cuando jugábamos en los columpios?”. Otro ejemplo de relación de pasatiempo es la usual frase de “a ver si quedamos” pero que luego nunca se concreta un lugar para ello.
En este modo nos ponemos a prueba mutuamente para saber si queremos compartir caricias más intensas con esa persona.
 
Actividad: Es parecido al modo de pasatiempo pero llegando a actuar con la personas que nos estamos relacionando (ej. pensar dónde cenar, qué película ver en el cine…). Suele aparecer el ADULTO pero, a veces, puede pasar a PADRE POSITIVO (“¿por qué no vamos a ver esta peli que dicen que está muy chula?”) o a NIÑO ADAPTADO (“vale, me parece bien”). Las caricias se obtienen después de la actividad.
 
Juego psicológico: Son estrategias utilizadas en la infancia para resolver problemas que ya no son adecuadas por el mero hecho de ser adultos. Son situaciones que nos descolocan, siempre se cambian los roles (perseguidor-víctima-salvador) y al final nos quedamos con la sensación desconcertante de “¿qué ha pasado?”. Al final del juego, ambas personas se sienten mal. Esto es sólo una manera muy resumida de hablar de algo bastante complejo. Para más información podéis pinchar aquí. Los juegos no se llevan a cabo desde el adulto sino con los PADRE y NIÑO NEGATIVOS. Al final, ambos tienen caricias intensas. Negativas pero intensas.
 


Intimidad: Se da cuando dos personas expresan sus sentimientos sin censura. La diferencia con los juegos es que, en la intimidad, no hay mensajes secretos ni dobles intenciones. En los juegos, la responsabilidad de los sentimientos se ponen en la otra persona y en la intimidad cada uno acepta su parte de responsabilidad. Puede darse una relación NIÑO-NIÑO donde ambos lo pasamos genial y nos hacemos vulnerables. Además, también puede darse una relación PADRE-PADRE donde sabemos que no nos descontarán ni permitiremos que nos descuenten.
Los descuentos son el hecho de ignorar inconscientemente información relevante para la solución de un problema por lo que la situación no mejora. Un ejemplo de ello sería quedarse sentado quejándose del mal servicio de un restaurante sin comunicarlo ni pedir que cambien aquello que no nos gusta (ej: un filete frío). Como son conductas pasivas no pueden observarse. Las cuatro formas de descuento son: no hacer nada, sobreadaptación, agitación e incapacitación o violencia (más adelante las desarrollaré en otra entrada).
Este es el modo con más intimidad. Como nos hacemos vulnerables y transparentes, nuestro niño percibe que es la forma más arriesgada de sentirnos rechazados pero en realidad es la menos arriesgada porque no hay descuentos. Es por esto por lo que algunas personas prefieren los juegos a pesar del malestar final, por el miedo que supone hacernos tan vulnerables.
 
Y hoy os dejo deberes para quien quiera investigar un poco más sobre sí mismo. Os propongo dos ejercicios:
1.      Dibuja un círculo y fracciónalo en aislamiento, ritual, pasatiempo, actividad, juego psicológico e intimidad y ponle porcentajes de manera que al final todos sumen 100%. De esta forma podrás ver cómo estructuras tu tiempo con las personas que te rodean ahora que ya sabes lo que significa cada cosa y, además, verás cuál es el modo que más prima en tu día a día. ¿Asumes riesgos? o por el contrario ¿tu parte de aislamiento y ritual son muy grandes?
 
2.      Divide una hoja en 6 columnas y ponles el título de cada modo. Ahora coloca el nombre de las personas que te rodean en la columna que consideres adecuada para ellos.  Así verás el hueco que ocupa cada una de esas personas en tu vida.
 
 

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Los niños de 9,10 y 11 años en la familia

¿Qué tal las vacaciones? ¿Mucho tiempo libre? ¿Mucho tiempo en familia? ¿Tenéis hijos/as de 9 a 11 años? ¿Cómo os habéis relacionado con ellos/as? Hoy, como vuelta al trabajo, os enseño algunas características de cómo se relacionan los niños de esas edades con su familia que están recogidas en el libro “La educación de nuestros hijos. De 0 a 14 años”.
 
Cuando los niños alcanzan los 9 años empiezan a hacer algo que a los adultos puede acabar desesperándonos pero es vital para su crecimiento y un aspecto más que positivo para su expansión. Empiezan a hacer preguntas morales y abstractas sobre temas como la muerte, la guerra y los desastres naturales entre otros temas. Por su parte, los niños de 10 años intensifican mucho más este tipo de preguntas. Como adultos, podemos tranquilizarles hablándoles claramente. ¿Cómo sabemos qué necesitan saber en función de cómo es el niño o la niña? Preguntando antes de contestar. Si nos pregunta sobre la muerte o sobre una determinada noticia que ha visto en la televisión podemos preguntarle ¿a qué te refieres? ¿qué has oído sobre ese tema? ¿Qué es lo que te preocupa exactamente? Así podremos centrarnos en lo que quieren que le expliquemos sin dar información que no necesiten o no sean capaces de procesar.
 
Cuando los niños alcanzan los 11 años empiezan a buscar su independencia. Empiezan a separarse emocionalmente de sus padres y comienzan a unirse más y más a su grupo de amigos. Aun así, en esta edad las niñas de 11 años buscan una relación de hermanas con su madre, aspecto que no debe dejarnos llevar a los adultos, pues las niñas de esa edad necesitan los límites tanto como los necesitaban con 8, 9 y 10 años. En cuanto a los niños de esta edad, hacen gozar al padre de un momento épico ya que ambos pueden hacer actividades juntos y tener intereses similares. En este momento, es muy importante que el padre dedique tiempo a su hijo y no se excuse con la cantidad de trabajo que tiene por hacer. El niño necesita de su presencia más que nunca en esos momentos y, no nos mintamos, el trabajo no siempre desciende con el paso del tiempo. Y, aunque así fuera, es muy probable que cuando el padre pueda dedicar tiempo a su hijo, éste ya no esté interesado y haya perdido la oportunidad de compartir esta fantástica y necesaria etapa.
 
A pesar de estas características generales, algunos padres se pueden preguntar: Pero ¿cómo pueden ser tan diferentes si les hemos educado de la misma forma? Y la respuesta puede ser algo obvia: ya nacieron siendo diferentes, cada niño es único y debe ser tratado como tal. Pero, a pesar de las diferencias individuales, hay determinadas pautas y límites que se pueden establecer de forma general. ¿Cuáles?
 
El tiempo de sueño de los niños de 9 a 11 años: Como norma general, la media suele ser de unas 9 o 10 horas diarias. Por lo que, si el niño o la niña se levanta a las 8.00h, debería estar en la cama con la luz apagada entre las 22.00h y 22.30h. ¿Puede modificarse el horario en el fin de semana? Sí, pero no más de una hora para evitar que los lunes vayan dormidos al colegio.
 
Horario para las demás rutinas del día: Aunque algunos puedan pensar que las siguientes frases son rígidas, no nos olvidemos que a los niños de estas edades les resulta difícil centrarse y organizarse. Es por eso por lo que es aconsejable que tengan un horario para hacer los deberes, para ducharse, para cenar, para ver la tv (no aconsejable verla mientras desayunan) y demás actividades diarias. Si pretendemos que se guíen por sus deseos, el ambiente familiar puede convertirse en un caos. ¿Significa esto que el horario deba ser rígido y sin ningún cambio? No, el sentido común nos dirán cuándo podemos ser más flexibles. Pero ¡ojo! que la flexibilidad no se convierta en una inestabilidad permanente de los límites.
 
Conflictos entre hermanos: ¿Es conveniente intervenir en los conflictos entre hermanos? Es aconsejable que resuelvan los problemas ellos mismos sin la necesidad de que medie un adulto. Esto les hará crear herramientas para solventar los problemas de su día a día en un entorno seguro. Esta decisión no significa que no se pueda intervenir nunca a pesar de la magnitud del daño ocasionado. Los adultos somos los que, con nuestro sentido común, podemos decidir en qué momento actuamos y en cuál no. Además, si decidimos no actuar en un momento concreto podemos actuar más tarde, en un momento de calma, haciendo preguntas sobre lo que ha pasado poniéndolas en tercera persona. Es decir, haciendo preguntas como: ¿cómo se sentiría un niño si su hermano le hubiera dicho que no quería jugar con él? ¿Cómo se sentirá luego el niño que quería jugar solo cuando vea al hermano triste? ¿Qué otra cosa podría hacer para solucionarlo? Es muy importante que todas estas preguntas no se hagan desde una posición de jueces intentando hacer ver al niño que no ha hecho lo correcto, sino con tristeza pensando en lo mal que se sienten los dos hermanos después de la pelea.
 
Actividades de vacaciones o fin de semana: A los niños de estas edades les encantan los juegos de mesa, de palabras, de preguntas, hacer deporte, la naturaleza, los animales, el ordenador, los viedojuegos… Además, les gusta pasar tiempo con sus padres, con sus amigos y, aunque no lo parezca, solos. Necesitan relajarse y tener tiempo para ellos mismos.  Para estar con sus amigos es aconsejable que cada X tiempo se junten con sus amigos para compartir juegos y experiencias. Por ejemplo, un sábado o domingo al mes si hablamos de época de clases para hacer deporte, ir de barbacoa o hacer una acampada.
 
Atención por parte de los padres: Aunque a estas edades ya son cada vez más autónomos, pueden reclamar nuestra atención. Y prestarles atención no significa únicamente jugar (que también), sino conversar, tratar temas que les interesan o les causan dudas (en esta época los temas abarcan mucho más que en etapas anteriores). Y algo muy importante es que abordemos los temas que les interesen y motiven a los niños. Nosotros, como adultos, podemos aportar temas nuevos pero sin insistir sólo por el hecho de que nos apetece contárselos independientemente de que ese tema les aburra.