Existe una gran cantidad de personas que acuden a su centro de salud en busca de comprensión y ayuda, en busca de un psicólogo que le ayude a afrontar sus problemas. En lugar de eso, encuentran a su psicólogo, sí, pero trabajando en equipo con el psiquiatra para pactar con antelación qué droga darán a cada paciente y cada cuántas semanas les citarán (en ocasiones, una vez al mes).
¿Alguien me puede explicar cómo va a empatizar un psicólogo con un paciente que ve cada 30 días? ¿En serio creen que el paciente se sentirá a gusto como para contar todo lo que necesita contar?
La medicación es necesaria en muchas ocasiones, eso no lo discuto. Pero ¿por qué esa irremediable necesidad de empastillar a cualquier persona sin antes considerar si es posible abordar sus problemas con otro método? O también, ¿por qué drogar a un psicótico hasta el punto de dejarlo casi vegetativo pudiendo rebajar la dosis y acompañarla con terapia? Aunque claro, si el paciente acude a las sesiones una vez al mes, podría suicidarse mucho antes.
Es más fácil dar una pastilla que te adormezca, que te atonte. Así tú no sufres y yo, no la cago. A todo esto, se han terminado los 50 minutos. El siguiente…
"Todos los días la gente se arregla el cabello,
¿Por qué no el corazón?"
martes, 25 de enero de 2011
miércoles, 19 de enero de 2011
"Si no quieres, no lo hagas"
Hace un tiempo le pedí ayuda a un experto para que solucionara la sensación de agobio que me acosaba. No era un agobio muy importante, era el típico de las normas sociales que adherimos a nuestro comportamiento desde la infancia. Me hizo gracia cómo esa persona lo simplificó todo con un: "si no quieres, no lo hagas". Y ¡qué gran frase! (a la par que obvia xD).
Y es que todo es tan sencillo... ¿por qué lo complicamos tanto? Si no queremos contestar un mensaje, no lo contestamos; y muy importante: si no queremos quedar con alguien, ¡no quedamos! ¿Supone este acto un trauma fatídico en la otra persona? ¿Dejará de dormir por ello? No. Sólo quedará "manchada" nuestra imagen social. Aunque si la otra persona no nos importa, qué más dará lo que piense al respecto.
Siempre he defendido la educación, y de hecho, lo sigo haciendo. Pero creo que hay distintos contextos donde la falta de ella puede causar más o menos problemas. No es lo mismo humillar, gritar y ofender a una persona, que no contestar a una triste llamada hecha por cortesía y que no la promueve otro motivo que no sea la obligación social.
Tendremos que decidirnos antes de actuar ¿no? O somos lo que la sociedad pide que seamos, o somos congruentes con nuestra manera de pensar y sentir. Pero, en ocasiones, mezclar las dos cosas supone ser algo hipócritas.
Y es que todo es tan sencillo... ¿por qué lo complicamos tanto? Si no queremos contestar un mensaje, no lo contestamos; y muy importante: si no queremos quedar con alguien, ¡no quedamos! ¿Supone este acto un trauma fatídico en la otra persona? ¿Dejará de dormir por ello? No. Sólo quedará "manchada" nuestra imagen social. Aunque si la otra persona no nos importa, qué más dará lo que piense al respecto.
Siempre he defendido la educación, y de hecho, lo sigo haciendo. Pero creo que hay distintos contextos donde la falta de ella puede causar más o menos problemas. No es lo mismo humillar, gritar y ofender a una persona, que no contestar a una triste llamada hecha por cortesía y que no la promueve otro motivo que no sea la obligación social.
Tendremos que decidirnos antes de actuar ¿no? O somos lo que la sociedad pide que seamos, o somos congruentes con nuestra manera de pensar y sentir. Pero, en ocasiones, mezclar las dos cosas supone ser algo hipócritas.
martes, 4 de enero de 2011
Y qué bonito es sentir, pero… ¡cómo jode!
Hoy me apetece hablar de los sentimientos en general. Mejor dicho, “de la capacidad de sentir”.
¿Cuánta gente vive a diario sin sentir más allá de lo primordial o material? ¿Cuántas personas no conocen realmente lo que sienten, y por tanto, no se conocen? ¿No es necesario conocerse a uno mismo para así estar preparado para conocer a los demás?
Hoy, paseando por el centro, he visto un montón de personas corriendo, comprando, niños con sus padres, niños jugando con los abuelos, gente paseando a sus perros, jóvenes corriendo para coger el autobús… Todo esto con James Morrison de fondo en mi mp3, ese maravilloso aparato que me ayuda a ver las situaciones desde un segundo plano, como un espectador callado, imaginando la vida de los personajes que pasan por delante de mí. Al principio me gustaba la sensación, me hacía feliz ver a parejas y familias unidas paseando por la calle. Luego, no sé cómo, la magia ha muerto. Todo ha vuelto a ser rancio, amargado, la rutina marcaba el ritmo de las personas cansadas y asqueadas de vivir.
¿Por qué la gente no encuentra unas horas a la semana para pararse y sentir? Sentir odio, pena, alegría, alivio, “miedo”… Les da miedo descubrir qué sienten y por qué, darse cuenta de que su vida es sólo una mentira que les ayuda a conformarse con lo que tienen por no aspirar a algo más, aspirar a ser felices por dentro, a estar serenos, a conocerse.
¿Cómo esas personas pueden ayudar a las demás, si ni siquiera empiezan por ayudarse a sí mismas?
Es tan bonito y a la vez tan complejo… “Simplemente” consiste en mirar dentro de uno mismo y ser lo suficientemente valiente como para enfrentarse a la verdad. Pero jode tanto cuando esa verdad difiere tanto de la realidad…
¿Cuánta gente vive a diario sin sentir más allá de lo primordial o material? ¿Cuántas personas no conocen realmente lo que sienten, y por tanto, no se conocen? ¿No es necesario conocerse a uno mismo para así estar preparado para conocer a los demás?
Hoy, paseando por el centro, he visto un montón de personas corriendo, comprando, niños con sus padres, niños jugando con los abuelos, gente paseando a sus perros, jóvenes corriendo para coger el autobús… Todo esto con James Morrison de fondo en mi mp3, ese maravilloso aparato que me ayuda a ver las situaciones desde un segundo plano, como un espectador callado, imaginando la vida de los personajes que pasan por delante de mí. Al principio me gustaba la sensación, me hacía feliz ver a parejas y familias unidas paseando por la calle. Luego, no sé cómo, la magia ha muerto. Todo ha vuelto a ser rancio, amargado, la rutina marcaba el ritmo de las personas cansadas y asqueadas de vivir.
¿Por qué la gente no encuentra unas horas a la semana para pararse y sentir? Sentir odio, pena, alegría, alivio, “miedo”… Les da miedo descubrir qué sienten y por qué, darse cuenta de que su vida es sólo una mentira que les ayuda a conformarse con lo que tienen por no aspirar a algo más, aspirar a ser felices por dentro, a estar serenos, a conocerse.
¿Cómo esas personas pueden ayudar a las demás, si ni siquiera empiezan por ayudarse a sí mismas?
Es tan bonito y a la vez tan complejo… “Simplemente” consiste en mirar dentro de uno mismo y ser lo suficientemente valiente como para enfrentarse a la verdad. Pero jode tanto cuando esa verdad difiere tanto de la realidad…
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