"Todos los días la gente se arregla el cabello,
¿Por qué no el corazón?"

miércoles, 25 de marzo de 2015

Terapia Ecuestre: diversión, aprendizaje y vínculo


Esta semana tenemos una colaboración muy especial en el blog. Hoy os escribe Ana, directora del Centro Rehabilitación Ocupacional y Ecuestre. Yo tuve la suerte de vivir todo lo que Ana cuenta a continuación y de comprobar todos los beneficios que tiene la terapia ecuestre de forma experiencial. Os animo a que lo viváis pero, de momento, podéis leer una introducción sobre la forma en la que Ana trabaja.

  
“Las Terapias Ecuestres se están utilizando para tratar a personas con cualquier tipo de discapacidad, ya sea  física, psíquica, sensorial… Al iniciar la rehabilitación, como ocurre en sala, el paciente debe ser evaluado por un equipo multidisciplinar, que será quien planifique la intervención (diseñando las sesiones según los objetivos planteados y realizándolas), formado por profesionales de la salud o educación y ecuestre, ya que al trabajar con animales hay que garantizar su bienestar y la seguridad.


Una ventaja con la que cuenta este tipo de intervención es la motivación de los usuarios al acudir a terapia, ya que al realizarse en un ambiente normalizado al aire libre, con actividades divertidas, no lo consideran ir a rehabilitación, sino ocio.

Desde que llega el paciente hasta que finaliza la sesión, se producen multitud de situaciones en las que se trabajan los objetivos y se van viendo los beneficios que le aporta.

Lo primero al llegar al centro ecuestre es el saludo al equipo, incluyendo al animal; ese primer contacto es el que inicia la relación, por lo que es importante que sea positivo para la persona que se acerca por primera vez a un animal de ese tamaño. Cuando el équido se acerca cuidadosamente, mira, lo acaricia con su suave hocico… se crea un vínculo que es determinante, la primera impresión es la que se recuerda.

Después, se procede al cepillado. Durante esta actividad, el paciente reafirma su opinión de que el caballo “no hace nada”, se aproxima hacia él, lo acaricia, cepilla… reforzándose la relación pie a tierra (desde abajo). Además de la confianza, aceptación y seguridad, también se trabaja la secuenciación de la tarea (los pasos a seguir), aceptación de órdenes, coordinación óculo-manual, amplitud del rango articular, la motricidad fina, prensión, manipulación y el contacto con distintas texturas.

 
Si es posible, se pide al usuario que lleve al animal hasta la rampa de acceso al caballo. La persona se siente capaz de “pasear” y llevar por donde quiere a un animal de esas características, con la positividad que conlleva la responsabilidad y el logro.
 
Una vez montado, el usuario empieza a sentir el paso del caballo, que es una simulación de la marcha humana; se puede decir que “el paciente camina sentado”, se transmiten a la pelvis de 90 a 110 impulsos por minuto y es cuando comienza, con una correcta posición supervisada por los profesionales, la activación de la zona abdominal, control de tronco, mejora de equilibrio, regula los patrones de marcha, relaja y activa la musculatura del miembro inferior (piernas), aumenta la movilidad articular. También se favorece la secreción de mucosas, motilidad intestinal (cuando hay problemas de estreñimiento resulta efectivo), sistema cardiovascular y respiratorio, regula los patrones de sueño… Si a ello le añadimos juegos a caballo (según la edad y características de la persona) en los que se trabaja la interacción con otras personas, orientación en el espacio, lateralidad, atención, concentración, memoria, capacidad de aprendizaje, esquema corporal, vocabulario de las partes del caballo y sus aparejos…  hacemos que sea una actividad tan completa como motivadora.

Multitud de estudios científicos demuestran sus beneficios, siempre que se realice con personal formado para ello y caballos adecuados para la actividad.

Para más información o consultas, podéis visitar la página web www.rehabilitacionocupacionalyecuestre.es Estamos en San Vicente del Raspeig (Alicante).”
 


Ana B. Pliego Salort

Graduada en Terapia Ocupacional y E.U. en Equitación Terapéutica.

Directora de Rehabilitación Ocupacional y Ecuestre.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Abordar el tema de la muerte con niños de 6 a 8 años

La muerte de alguien querido es, en muchas ocasiones, un tema tabú entre los niños y temido entre los adultos. Lo vivimos de forma intensa. Tanto por la persona que fallece si teníamos una relación íntima con ella como con las personas que sufren durante el proceso de duelo. Es una situación que nos genera emociones negativas y ya hemos hablado en otras ocasiones de lo poco preparados que estamos para sobrellevarlas a pesar de ser necesarias en nuestro crecimiento vital.
Pero, si el tema de la muerte es complejo en cualquier momento, se vuelve más difícil cuando tenemos que abordarlo para un niño. Entre los 6 y los 8 años, el concepto de la muerte es algo confuso. No entienden con facilidad que una persona que fallece se ha ido para siempre y que no volverá, por lo que pueden hacer preguntas como “¿Cuándo va a volver papá?” o decir frases como “Cuando venga mamá…”. Estos comentarios pueden complicar el duelo del niño o niña y provocar una gran tristeza en los adultos.
Por esto y por múltiples razones, es aconsejable que se le transmita la idea de que la muerte es algo definitivo e irreversible y que debe aceptarlo porque ya no se puede hacer nada para evitarlo. No se trata de tratar la situación con una visión negativista y depresiva, sino de invitar al menor a que no se ancle en el pasado y empiece a pensar en su futuro de forma activa: qué va a hacer la familia después del fallecimiento, cómo se va a organizar, qué puede cambiar, etc.
En cuanto a los sentimientos de los adultos, es totalmente necesario que se muestre lo que se siente durante los primeros momentos del duelo. Las personas necesitamos desahogarnos, que nos comprendan, que nos abracen, que estén con nosotros en esos momentos tan difíciles. Por el contrario, es aconsejable que esos momentos no se dilaten en el tiempo ya que somos las figuras que dan la seguridad a los pequeños y necesitamos estar “bien” para ayudarles a pasar por un momento tan difícil como este. ¿Significa que debemos mentir a nuestros niños y aparentar estar bien? No. Pero podemos transmitirle, aun con dolor, que la vida sigue y que estamos ahí para ayudarles siempre que lo necesiten.
¿Es probable que el niño que ha vivido una muerte cercana comience a tener miedo a la muerte? En niños de esta edad no es algo común. Con el paso del tiempo, la muerte estará en su cabeza en la medida en la que salga ese tema de forma repetitiva en la familia. Lo aconsejable es encontrar un punto medio entre la idea de no insistir mucho en el tema de la muerte y la de no ocultarlo.
 
 

 
 
*Información extraída del libro “La Educación de Nuestros Hijos” dirigido por Josefina Aldecoa.

miércoles, 11 de marzo de 2015

El/la psicólogo/a también es humano/a

Más de una vez he escrito sobre la importancia de la naturalidad en la figura del/la psicólogo/a. Me parece algo básico que no te enseñan en la formación con tanta importancia como otros aspectos (también muy necesarios).
Hace poco, una paciente me preguntaba en consulta: “¿Puedo soltarme?”. Con soltarse se refería a utilizar un lenguaje coloquial, de la calle. Yo, claramente, le dije que sí, a lo que la paciente respondió: “Me fastidia que…”. Antes de que pudiera seguir le interrumpí y le dije: “Te jode” y ella contestó: “¡Sí, me jode!”.
Y es que, cuando llegamos a una consulta es porque estamos “jodidos”. Tenemos sentimientos de tristeza, ansiedad, rabia, culpabilidad, frustración, impotencia… Necesitamos que la persona que tenemos delante nos escuche y nos entienda, que empatice con nosotros. ¿Cómo va a empatizar con nosotros una persona si ni siquiera estamos mostrándonos tal y como somos? Ante una primera sesión, es normal que nos retraigamos un poco. No conocemos al/la profesional, no es nuestro amigo o nuestra amiga, ni nuestra pareja, ni nuestra familia. Pero, para poder recibir lo que se busca al ir a la consulta, es aconsejable que nos mostremos tal cual somos. Es ahí donde está la valentía en acudir a una primera sesión. Es una de las cosas que hacen a las personas que acuden a consulta psicológica tan valientes y dignas de orgullo.
Por el lado contrario, un aspecto que me parece muy valiente por parte del/la psicólogo/a o terapeuta, es la capacidad para contar autorrevelaciones encontrando el punto intermedio para no acaparar el tiempo de la sesión en alguien que no es el/la paciente. Las autorrevelaciones son las anécdotas que cuenta el/la profesional sobre su propia vida. En la carrera me aconsejaron que, de vez en cuando, podían utilizarse. En mi práctica diaria, el “de vez en cuando” quizá es un poco más de lo esperado. ¿Qué problema hay en decirle a una persona que tu experiencia te ha enseñado algo? ¿Qué hay de malo en establecer una relación de iguales en la que sois dos personas hablando de sentimientos? Si no olvidamos que el objetivo principal es la mejora del/la paciente y que estamos hablando de su situación problemática, ¿por qué hemos de hablar de determinadas cosas con cuentagotas? ¿Por qué esa distancia en la relación que pone trabas a la hora de tratar muchos de los temas que les acercan allí? No hay que tener miedo. No hay que temer excesivamente a que el/la paciente experimente dependencia del psicólogo o la psicóloga, a la transferencia, a la contratransferencia…
La práctica profesional no es muy distinta de la experiencia personal. Es necesario poner unos límites, pero no nos conviene poner murallas para alejar esos miedos que pueden acecharnos.
 
 
 

miércoles, 4 de marzo de 2015

Sexualidad y discapacidad

Esta semana os traigo un tema muy interesante tras haber asistido a una clase impartida por Carmen Calvo, psicóloga con un gran recorrido profesional entre el que se encuentra el desarrollo y la educación psicosexual en las distintas discapacidades.
Hoy os hablo de la educación sexual en personas con discapacidad.
 
 
Lo primero que defendía Carmen Calvo con total naturalidad es que la educación sexual se debe enseñar desde la atención temprana, dando la información necesaria en cada etapa de la vida. Todo esto lo fundamentaba con una frase tan simple y aplastante como ésta: “El sexo no lo hemos inventado nosotros, ya estaba cuando nacimos. Todos somos seres sexuados” y, por tanto, es necesario hablar del tema. No dejará de existir porque no lo abordemos.
A partir de los 2,5 – 3 años, coincidiendo con el momento en el que se deja de utilizar los pañales, el/la niño/a empieza a ver sus genitales ahora destapados y se identifica con su identidad sexual y social. Es entonces cuando entran en juego los estereotipos de género que todavía, hoy por hoy, influyen mucho en nuestra sociedad.
Es importante destacar que la curiosidad humana hacia el sexo se da en todo tipo de personas, por lo que parece inviable la idea de no informar sobre la sexualidad a que personas con cualquier tipo de discapacidad ya sea física o psíquica. “No somos quienes para poner límites sexuales a las personas con discapacidad”, decía Carmen Calvo.
En este colectivo, es muy frecuente que se tomen diferentes medicamentos que pueden alterar el interés por la sexualidad ya sea provocando un descenso o un aumento de dicho interés. Las personas con discapacidad tienen las mismas necesidades sexuales que las personas sin discapacidad. Todos necesitamos satisfacernos sexualmente de forma autoerótica (masturbación), satisfacer nuestra necesidad de experiencias sexuales o eróticas (caricias, amor…) compartidas y la necesidad de fantasear con personas cercanas. El problema es que, en algunos tipos de discapacidad, las personas tienen dificultades para saber cuándo y dónde es el momento correcto según las convenciones sociales. ¿Significa eso que debamos prohibirlo? De ninguna manera. Es más, no podremos hacer que la conducta sexual desaparezca. Ante una batalla en la que luchamos contra las hormonas de nuestro cuerpo, lo más probable es que la fisiología nos gane. Quizá, la alternativa más adecuada consiste en reconducir esta conducta a un momento y un lugar más apropiado.
¿Cómo se puede conseguir eso? Enseñando y practicando. Ni más, ni menos. Como cuando enseñamos a los/las pequeños/as a hacer pis, a hacer los deberes de clase, a recoger la mesa, a hacer la cama, etc. La rutina y la práctica son puntos clave en el aprendizaje. Carmen Calvo explicaba que, en determinadas ocasiones, había recomendado a los padres que enseñaran a su hijo a masturbarse en el aseo justo después de las clases de la tarde, con la puerta del aseo entornada y a asearse una vez había terminado. Esta rutina la practicaba todos los días hasta que, una vez aprendida, él la llevaba a cabo de forma autónoma y cuando quería, que no siempre era justo a la vuelta del colegio ni todos los días. Pero esta rutina no sirve de nada si no se les explica por qué deben aprenderla. Es necesario que entiendan que, igual que ellos tienen derecho a la intimidad, el resto de personas también tienen ese derecho y, por tanto, no deben realizar las conductas sexuales en público.
Además, es importante hacerles entender que no pueden gustarle a todo el mundo tal y como pasa con la amistad. No todas las personas que conocen son sus amigos y, de la misma manera, existe la posibilidad de que no sean correspondidos en el amor. Esto puede ayudar a la hora de aceptar un “no” a una proposición de amor. De forma contraria, pueden aprender que otras personas pueden sentir interés sexual por ellos y que es totalmente lícita esta situación así como no corresponder a una persona que no nos gusta y que no por ello nos debemos sentir culpables.
En resumen, el interés sexual en personas con discapacidad es igual que en las personas que no forman parte de este colectivo. Por esta razón, es aconsejable que se les eduque y se les permita el diálogo sobre este tema para poder solventar los problemas que se puedan dar dentro de la individualidad de cada persona.