"Todos los días la gente se arregla el cabello,
¿Por qué no el corazón?"

miércoles, 4 de marzo de 2015

Sexualidad y discapacidad

Esta semana os traigo un tema muy interesante tras haber asistido a una clase impartida por Carmen Calvo, psicóloga con un gran recorrido profesional entre el que se encuentra el desarrollo y la educación psicosexual en las distintas discapacidades.
Hoy os hablo de la educación sexual en personas con discapacidad.
 
 
Lo primero que defendía Carmen Calvo con total naturalidad es que la educación sexual se debe enseñar desde la atención temprana, dando la información necesaria en cada etapa de la vida. Todo esto lo fundamentaba con una frase tan simple y aplastante como ésta: “El sexo no lo hemos inventado nosotros, ya estaba cuando nacimos. Todos somos seres sexuados” y, por tanto, es necesario hablar del tema. No dejará de existir porque no lo abordemos.
A partir de los 2,5 – 3 años, coincidiendo con el momento en el que se deja de utilizar los pañales, el/la niño/a empieza a ver sus genitales ahora destapados y se identifica con su identidad sexual y social. Es entonces cuando entran en juego los estereotipos de género que todavía, hoy por hoy, influyen mucho en nuestra sociedad.
Es importante destacar que la curiosidad humana hacia el sexo se da en todo tipo de personas, por lo que parece inviable la idea de no informar sobre la sexualidad a que personas con cualquier tipo de discapacidad ya sea física o psíquica. “No somos quienes para poner límites sexuales a las personas con discapacidad”, decía Carmen Calvo.
En este colectivo, es muy frecuente que se tomen diferentes medicamentos que pueden alterar el interés por la sexualidad ya sea provocando un descenso o un aumento de dicho interés. Las personas con discapacidad tienen las mismas necesidades sexuales que las personas sin discapacidad. Todos necesitamos satisfacernos sexualmente de forma autoerótica (masturbación), satisfacer nuestra necesidad de experiencias sexuales o eróticas (caricias, amor…) compartidas y la necesidad de fantasear con personas cercanas. El problema es que, en algunos tipos de discapacidad, las personas tienen dificultades para saber cuándo y dónde es el momento correcto según las convenciones sociales. ¿Significa eso que debamos prohibirlo? De ninguna manera. Es más, no podremos hacer que la conducta sexual desaparezca. Ante una batalla en la que luchamos contra las hormonas de nuestro cuerpo, lo más probable es que la fisiología nos gane. Quizá, la alternativa más adecuada consiste en reconducir esta conducta a un momento y un lugar más apropiado.
¿Cómo se puede conseguir eso? Enseñando y practicando. Ni más, ni menos. Como cuando enseñamos a los/las pequeños/as a hacer pis, a hacer los deberes de clase, a recoger la mesa, a hacer la cama, etc. La rutina y la práctica son puntos clave en el aprendizaje. Carmen Calvo explicaba que, en determinadas ocasiones, había recomendado a los padres que enseñaran a su hijo a masturbarse en el aseo justo después de las clases de la tarde, con la puerta del aseo entornada y a asearse una vez había terminado. Esta rutina la practicaba todos los días hasta que, una vez aprendida, él la llevaba a cabo de forma autónoma y cuando quería, que no siempre era justo a la vuelta del colegio ni todos los días. Pero esta rutina no sirve de nada si no se les explica por qué deben aprenderla. Es necesario que entiendan que, igual que ellos tienen derecho a la intimidad, el resto de personas también tienen ese derecho y, por tanto, no deben realizar las conductas sexuales en público.
Además, es importante hacerles entender que no pueden gustarle a todo el mundo tal y como pasa con la amistad. No todas las personas que conocen son sus amigos y, de la misma manera, existe la posibilidad de que no sean correspondidos en el amor. Esto puede ayudar a la hora de aceptar un “no” a una proposición de amor. De forma contraria, pueden aprender que otras personas pueden sentir interés sexual por ellos y que es totalmente lícita esta situación así como no corresponder a una persona que no nos gusta y que no por ello nos debemos sentir culpables.
En resumen, el interés sexual en personas con discapacidad es igual que en las personas que no forman parte de este colectivo. Por esta razón, es aconsejable que se les eduque y se les permita el diálogo sobre este tema para poder solventar los problemas que se puedan dar dentro de la individualidad de cada persona.
 
 
 

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