"Todos los días la gente se arregla el cabello,
¿Por qué no el corazón?"

miércoles, 24 de junio de 2015

¿Contrato basura u OPORTUNIDAD?


La colaboración de este mes es de mi compañera Maite Gómez, psicóloga especializada en recursos humanos. En este post, Maite nos hace cambiar el chip con respecto al tema de las becas o contratos de prácticas y de formación. Vale la pena salir de nuestra zona de confort y abordar este tema con un punto de vista alternativo. Hoy, Maite Gómez, nos ayuda a abrir nuestra mente.





"Seguramente muchos nos hemos sentido perdidos ante nuestro “futuro incierto” tras terminar nuestros estudios. Desde que tenemos uso de razón hemos tenido un objetivo y tras muchos años has llegado a él, ¿y ahora qué? 

Quizá en este sea uno de los motivos por los que se mantienen los llamados “contratos basura”: recién titulados con el único objetivo de entrar en el mundo laboral sea como sea. ¿Somos capaces de aceptar cualquier cosa? ¿Quizá con la esperanza de que en algún momento cambiará la cosa?¿Cuándo decir basta?

Y, ¿qué hay del resto de componentes de esta situación? De este tema es del que quizá más se ha hablado, el punto de vista de las empresas. La idea más extendida es el reducido coste que supone una persona con este tipo de contratos, esto lleva a que no se cree un puesto sino que se vaya rotando de un becario a otro. Ahora bien, y las empresas, ¿qué y cuánto arriesgan?

Partimos de la base de que no todas las empresas son iguales y muchas de ellas sí valoran la dedicación, esfuerzo y compromiso de cada uno de los empleados que colaboran con ellas. Este tipo de contratos, ya sea de beca o prácticas, te están facilitando comenzar en el mundo laboral, te ofrecen la oportunidad de trabajar con datos reales, de crear tu red de contactos laboral que tantas puertas nos pueden abrir (el famoso networking),  de aportar lo mejor de ti y de demostrar lo que realmente vales. Nuestra misión en este sentido debe ser  diferenciar aquellas empresas que nos van a lanzar al mundo laboral de las que nos ven como métodos de abaratar costes; pero este es otro tema.

Aunque pueda parecer sorprendente, hay empresas que sí quieren la incorporación en su plantilla del estudiante que vino de prácticas y por ello dedican tiempo y recursos para formarlos. ¿Qué ocurre entonces cuando esa persona decide marchar a pesar de ésto? Desde mi punto de vista, las empresas también arriesgan.

Mi intención no es defender o criticar posturas en este tema, sino más bien que se haga una reflexión sobre la situación y sobre las oportunidades que se pueden sacar si enfocamos correctamente nuestra meta y objetivo.

¿Dedicamos el tiempo suficiente para encontrar las prácticas o la beca que nos conviene? ¿Nos comportamos de forma profesional o cómo un becario al uso que sólo necesita los créditos o hacer currículum? ¿Nos hemos acomodado en la idea de que la cosa está fatal y con eso nos justificamos?

Otro punto importante es el tema de los tipos de contratos. Existen tres diferentes con sus características, que aunque puedan parecer similares, son muy diferentes. No es mi intención dar una clase sobre el tema laboral pero sí creo que es importante saber qué nos están ofreciendo, por ello os indico los links donde se explica con detalle cada uno de éstos:

 - Beca: la beca tiene como particularidad que no está regulado por el Estatuto de los Trabajadores, todo lo que se ofrezca (jornada, horario, salario, etc.) es por un acuerdo entre empresa y centro de estudios

Puede que muchos de los leáis esto penséis que mi opinión está condicionada pero os puedo asegurar que yo también he ido a trabajar gratis costeando los gastos de desplazamiento. Desde mi punto de vista y puesto que parece que es la única forma de poder acceder al mercado laboral, puedes hacer dos cosas: una, quedarte en caso esperando que te ofrezcan un contrato que consideres que está en la línea de lo que valoras como aceptable; dos, tomar este tipo de oportunidades como pequeños objetivos que te llevarán a la meta final; allí donde te ves en un futuro.

¡Arriesga para ganar! ¡Atrévete a ser diferente!"

miércoles, 17 de junio de 2015

Apego evitativo y Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC)



La semana pasada os hablaba de la ansiedad por separación desde una visión del apego inseguro. Cada vez más, me sorprendo de cómo el apego es capaz de influir en muchísimos aspectos de nuestra vida. Es por esto, por lo que hoy os voy a hablar del Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) desde esa misma visión.

Todos, de una forma o de otra, conocemos qué es el TOC. Hemos visto películas, series, hemos oído hablar a otros… Pero, ¿qué es el TOC? Esta vez os pongo una entrevista en la que se destacan las características principales:




El TOC suele tener un tratamiento cognitivo-conductual, es decir, un trabajo que abarca tanto los pensamientos repetitivos como las conductas que la persona hace para rebajar su ansiedad.
Pero, ¿qué pasa si estudiamos este comportamiento desde las experiencias tempranas? ¿Desde la relación de apego con las figuras parentales que influyeron en la persona que lo padece?
Si evaluamos el apego como influencia y condicionante en el TOC, es necesario que hablemos del apego inseguro evitativo.

El apego inseguro evitativo es una decisión inconsciente del niño como consecuencia de la no responsividad de las figuras parentales ante sus necesidades. El niño sabe que haga lo que haga, pase lo que pase, sus padres no van a estar ahí emocionalmente, no van a cubrir esa necesidad, no le van a proteger de la amenaza que le aterra.

Esto no ocurre tras una experiencia única. Este estilo de apego se forma tras muchos y muchos intentos en los que los padres no han respondido tal y como ellos esperaban. Es entonces cuando piensan “para qué voy a ir” o “total qué más da” y aprenden a inhibir sus emociones y a no expresar sus necesidades anticipando el inevitable rechazo.

¿Significa que esto ha sido así durante toda la vida de la persona? No siempre. Algunos padres están encantados con sus hijos cuando son bebés, les encanta tenerlos en brazos y cuidarlos. Pero cuando esos niños crecen y pasan a tener 3, 4 o 5 años, el comportamiento hacia ellos cambia. De la misma forma, puede ocurrir al revés. Padres que no se comunican con sus bebés, no los tocan, no los acarician… pero, más tarde, juegan con ellos y les ayudan con las tareas del colegio. Es muy complicado estar  inaccesible emocionalmente al 100%. El punto clave es la continuidad del rechazo de forma que se hace previsible y el niño, ahora adulto, lo anticipa y se mantiene distante ante la seguridad subjetiva de que no van a responder como él necesita.

Y ¿qué ocurre cuando nos distanciamos de las personas que son importantes para nosotros? Que nos sentimos solos. Solos aunque haya gente, solos aunque tengamos una vida llena de actividades en común con otras personas. Ante la soledad, estas personas pueden desarrollar las obsesiones que le llevarán, más tarde, a realizar las compulsiones. Con su preocupación habitual y sus fantasías repetitivas llenan ese vacío que les provoca la soledad y su distancia ante las relaciones significativas.

¿Todas las personas con TOC tienen una pego evitativo? Posiblemente no. Cada persona es diferente y, por tanto, tiene una historia y una forma de afrontarla diferente. Pero es curioso cómo problemáticas de esta índole pueden verse influidas por el estilo de apego creado hace unos cuantos años atrás.


miércoles, 10 de junio de 2015

ANSIEDAD POR SEPARACIÓN: UNA VISIÓN DESDE EL APEGO INSEGURO

Todos hemos visto alguna vez a algún niño pequeño llorando desconsoladamente a las puertas del colegio y agarrado a su madre o a su padre negándose a entrar a clase. Posiblemente, ese niño tenga ansiedad por separarse de la persona con la que comparte un vínculo muy cercano. Es probable que ese niño o esa niña tenga ansiedad por separación.

Particularmente, no soy partidaria de imponer etiquetas a las personas que buscan ayuda profesional. Desde mi punto de vista, los nombres de “trastornos” (una palabra muy estigmatizada) sirven a los profesionales de la salud como guía para poner en marcha un tratamiento concreto. Las etiquetas son palabras que nos ayudan a resumir con compañeros de trabajo, no para describir a las personas que tenemos delante.

Aun así, he querido transcribir la siguiente información. El trastorno de ansiedad por separación consiste, según indica el DSM V, en:

“Miedo o ansiedad intensos persistentes relativos al hecho de tener que separarse de una persona con la que le une un vínculo estrecho y que se evidencia en un mínimo de tres manifestaciones clínicas centradas en preocupación, malestar psicológico subjetivo, rechazo a quedar solo en casa o desplazarse a otros lugares (escuela, trabajo, etc.) y/o presencia de pesadillas o síntomas físicos ante la separación de esas figuras de vinculación o su anticipación.”
Esta problemática se trabaja, sobre todo, por los psicólogos infantojuveniles. El tratamiento consiste, entre otros aspectos, en darle la seguridad necesaria al niño para exponerse a la situación temida poco a poco hasta llegar a normalizarla y poder enfrentarse a su día a día sin preocupación ni sentimientos negativos.

Pero, ¿qué pasaría si el tratamiento tuviera como foco principal el trabajo con los padres en lugar de trabajar principalmente con el menor?

Las personas necesitamos las relaciones y en una relación plena de contacto responsable, la persona desarrolla ese centro de seguridad que le permite explorar y crecer. Si el apego entre un niño y sus figuras parentales es adecuado, el niño podrá jugar y explorar alejándose de los padres sin necesidad de permanecer todo el rato junto a ellos. Sabrá que sus padres están aunque no los vea, sabe que aunque no estén en ese momento, siempre están.

Pero ¿y si la relación de apego entre el niño y sus padres es insegura? Bowlby y Ainsworth demostraron en sus investigaciones que, para que una relación de apego sea segura, no se necesita únicamente la proximidad de los padres hacia el niño. Es determinante la responsividad de su comportamiento. Los padres deben ser empáticos y sensibles ante las necesidades del niño y responder adecuadamente a ellas de forma continuada. 

Desde esta visión, la ansiedad por separación se da porque el niño interpreta que el padre o la madre es inaccesible, no responsivo/a o experimenta una ruptura en la comunicación mediante la negación de la palabra, amenazas de abandono (“te voy a mandar a un internado”, “te voy a dejar en el contenedor”, “me voy a ir y no voy a volver”), etc. Esta percepción hace que el menor active su sistema de apego mediante el llanto. Necesita que sus figuras parentales le salven de aquello que le atemoriza, de lo que percibe como amenaza. Pero si sus padres no le dan la seguridad que necesita en momentos determinados ¿Quién lo va a hacer? Esta sensación de no poder protegerse ante el peligro es la que provoca en ellos la angustia que, más tarde, demostrarán cada vez que se separen de su padre o de su madre. 

Estos miedos también se pueden experimentar en la adultez, ante el miedo y la vulnerabilidad a que la pareja o una amistad importante no esté disponible cuando lo necesitemos.

¿Cómo se puede trabajar la ansiedad por separación desde la perspectiva del apego?
·         Trabajar con los padres sobre sus estilos de apego (intrapersonal) y de comunicación (interpersonal).
·         Trabajar con los niños con estrategias centradas en la parte interpersonal.
·         Trabajar con el adulto que sufre por la separación accediendo a los patrones de apego que vivió cuando era pequeño, las emociones que ello conlleva y explorando las distorsiones defensivas que afectan en sus relaciones.



miércoles, 3 de junio de 2015

Duelo: Cómo ayudar y cómo NO hacerlo


El duelo es un proceso individual y complicado que se vive de forma diferente según la cultura, la sociedad, el género y la propia persona. Aun así, he querido compartir con vosotros algunos consejos generales sobre el tipo de ayuda que es aconsejable en momentos de duelo de otras personas para guiarnos en la difícil tarea de acompañar a nuestros seres queridos que están sufriendo por una pérdida.
 
Cosas que se aconsejan y no se aconsejan hacer cuando se ayuda a una persona que ha sufrido una pérdida
Cosas que NO se aconsejan hacer
Cosas que SÍ se deben hacer
Obligar a la persona que ha sufrido la pérdida a asumir un papel diciendo: “Lo estás haciendo muy bien”. Debemos dejar que la persona tenga sentimientos perturbadores sin tener la sensación de que nos está defraudando.
Abrir las puertas a la comunicación. Si no sabe qué decir, pregunta: “¿Cómo estás hoy?” O “He estado pensando en ti. ¿Cómo te está yendo?”
Decirle a la persona que ha sufrido la pérdida lo que “tiene” que hacer. En el mejor de los casos, esto refuerza la sensación de incapacidad de la persona y, en el peor, nuestro consejo puede ser “contraproducente”.
Escuchar un 80% del tiempo y hablar un 20%. Hay muy pocas personas que se tomen el tiempo necesario para escuchar las preocupaciones más profundas de otro. Sé una de ellas. Tanto tú como la persona que sufre la pérdida podéis aprender cosas en el proceso.
Decir “llámame si necesitas algo”. Este tipo de ofrecimientos indefinidos suele declinarse y la persona que sufre la pérdida capta la idea de que nuestro deseo implícito es que no nos llame.
Ofrecer ayudas concretas y tomar la iniciativa de llamar a la persona. Si además, respetamos la intimidad de la persona en duelo, ésta valorará nuestra ayuda concreta con las tareas de la vida cotidiana.
Sugerir que el tiempo cura todas las heridas. Las heridas de la pérdida no se curan nunca por completo y el trabajo del duelo es más activo de lo que quiere decir esta frase.
Esperar “momentos difíciles” en el futuro, con intentos activos de afrontar sentimientos y decisiones difíciles durante los meses que siguen a la pérdida.
Hacer que sean otros quienes presten la ayuda. Nuestra presencia y preocupación personal es lo que marca la diferencia.
“Estar ahí”, acompañando a la persona. Hay pocas normas para ayudar, aparte de la autenticidad y el cuidado.
Decir: “Sé cómo te sientes”. Cada persona vive el dolor de una manera diferente, por lo que lo mejor que podemos hacer es invitar a la persona a compartir sus sentimientos en lugar de dar por supuesto que los conocemos.
Hablar de nuestras propias pérdidas y de cómo nos adaptamos a ellas. Aunque es posible que esa persona en concreto tenga un estilo de afrontamiento diferente al nuestro, este tipo de revelaciones pueden servirle de ayuda. Pero ojo, nunca como la única ayuda. La persona afectada necesita sentirse escuchada.
Utilizar frases manidas de consuelo como: “Hay otros peces en el mar” o “Los caminos del Señor son insondables”. Esto sólo convence a la persona de que no nos preocupamos lo suficiente por entenderla.
Establecer un contacto físico adecuado, poniendo el brazo sobre el hombro del otro o dándole un abrazo cuando fallan las palabras. Es aconsejable aprender a sentirnos cómodos con el silencio compartido, en lugar de parlotear intentando animar a la persona.
Intentar que la persona se dé prisa en superar su dolor animándola a ocupar su tiempo, a regalar las posesiones del difunto, etc. El trabajo del duelo requiere tiempo y paciencia y no puede hacerse en un plazo de tiempo fijo.
Ser paciente con la historia de la persona que ha sufrido la pérdida y permitirle compartir sus recuerdos del ser querido. Esto fomenta una continuidad saludable en la orientación de la persona a un futuro que ha quedado transformado por la pérdida.

 
 
 
 
*Información extraída del libro “Aprender de la pérdida” de Robert A. Neimeyer.