Más de una
vez he escrito sobre la importancia de la naturalidad en la figura del/la
psicólogo/a. Me parece algo básico que no te enseñan en la formación con tanta importancia
como otros aspectos (también muy necesarios).
Hace poco,
una paciente me preguntaba en consulta: “¿Puedo soltarme?”. Con soltarse se
refería a utilizar un lenguaje coloquial, de la calle. Yo, claramente, le dije
que sí, a lo que la paciente respondió: “Me fastidia que…”. Antes de que
pudiera seguir le interrumpí y le dije: “Te jode” y ella contestó: “¡Sí, me
jode!”.
Y es que, cuando llegamos a una consulta es porque
estamos “jodidos”. Tenemos sentimientos de tristeza, ansiedad, rabia, culpabilidad,
frustración, impotencia… Necesitamos que la persona que tenemos delante nos
escuche y nos entienda, que empatice con nosotros. ¿Cómo va a empatizar con
nosotros una persona si ni siquiera estamos mostrándonos tal y como somos? Ante
una primera sesión, es normal que nos retraigamos un poco. No conocemos al/la
profesional, no es nuestro amigo o nuestra amiga, ni nuestra pareja, ni nuestra
familia. Pero, para poder recibir lo que
se busca al ir a la consulta, es aconsejable que nos mostremos tal cual somos.
Es ahí donde está la valentía en acudir a una primera sesión. Es una de las cosas que hacen a las
personas que acuden a consulta psicológica tan valientes y dignas de orgullo.
Por el lado
contrario, un aspecto que me parece muy
valiente por parte del/la psicólogo/a o terapeuta, es la capacidad para contar
autorrevelaciones encontrando el punto intermedio para no acaparar el tiempo de
la sesión en alguien que no es el/la paciente. Las autorrevelaciones son
las anécdotas que cuenta el/la profesional sobre su propia vida. En la carrera
me aconsejaron que, de vez en cuando, podían utilizarse. En mi práctica diaria,
el “de vez en cuando” quizá es un poco más de lo esperado. ¿Qué problema hay en
decirle a una persona que tu experiencia te ha enseñado algo? ¿Qué hay de malo
en establecer una relación de iguales en la que sois dos personas hablando de
sentimientos? Si no olvidamos que el objetivo principal es la mejora del/la
paciente y que estamos hablando de su situación problemática, ¿por qué hemos de
hablar de determinadas cosas con cuentagotas? ¿Por qué esa distancia en la relación
que pone trabas a la hora de tratar muchos de los temas que les acercan allí? No hay que tener miedo. No hay que
temer excesivamente a que el/la paciente experimente dependencia del psicólogo
o la psicóloga, a la transferencia, a la contratransferencia…
La práctica
profesional no es muy distinta de la experiencia personal. Es necesario poner unos límites, pero no nos conviene poner murallas
para alejar esos miedos que pueden acecharnos.
Estoy muy de acuerdo. Una psicología natural, por así decir. Sin roles demasiado marcados ;)
ResponderEliminarA mí el modo freudiano siempre me ha parecido muy encorsetado, por no hablar de sus bases teóricas. De hecho, me tengo que estudiar El malestar en la cultura y rezo para que no salga en el examen (por cierto, me he apuntado a un par de asignaturas por la UNED, je... ahí se puede uno matricular a cachos).
Un abrazo, Mónica.
Hola Hugo! Sí, todas las ramas psicológicas y psicoanalíticas que no avanzan con el tiempo ni son capaces de rectificar algunas cosas mejorables, se alejan poco a poco del fin principal: Ayudar a la gente.
Eliminar¿Freud? ¿Examen? Tenemos que hablar ;)
¡Encantada de leerte! :)