Durante el primer año de vida, las
personas aprendemos más que en el resto de nuestra vida. Entre los dos y tres meses, el bebé
empieza a sonreír como respuesta a la persona que se encuentra delante de él y,
a los tres meses, la memoria empieza a jugar un papel importante en su vida.
A esta edad,
el bebé ya distingue bien las cosas que le gustan de las que no y hará,
mediante el llanto, que nosotros aprendamos también a distinguir esas cosas.
Los adultos que le rodean deben tener grandes dosis de paciencia y comprensión
puesto que el mundo del bebé se
manifiesta en blancos y negros, amor y rechazo, afecto y rabia… y solo con
la tolerancia de los adultos, el bebé aprenderá a manejar estos sentimientos.
Es muy importante que el niño crezca con la seguridad de que la rabia que
siente tiene una medida concreta aunque él no la conozca.
Como, por lo
general, el bebé pasa más tiempo con la madre durante su baja, es muy importante que se faciliten momentos
para que el padre disfrute del bebé de manera individual y en familia. Una
forma de conseguir una relación más estrecha padre-bebé, es dedicar algunos
momentos para estar con el bebé los tres juntos. Estos momentos pueden ser a la
hora del baño, el momento de acostarlo o incluso, cuando ya está dormido, que
la pareja piense en común a qué es debido que un día haya tenido mejor humor
que otro.
¿Qué hago si el bebé tiene un hermano
o hermana mayor? En primer
lugar, aceptar que los celos son
inevitables. El hermano o la hermana mayor querrá al bebé casi tanto como
tú pero, en otras ocasiones, se sentirá desplazadx con una enorme lógica ya
que, los cuidados que precisa un bebé de 3 a 6 meses ocupan casi todo el tiempo
de un adulto, de un niño, de una mascota y de todo lo que le rodea. Por tanto,
es más que aconsejable entender la situación y que ellos sepan que les
entendemos.
Pero no todo
es catastrófico con respecto a este tema. A pesar de los celos, es llamativo el interés que los hermanos y
hermanas mayores despiertan en el/la pequeñx. Se les puede hacer ver que es
un orgullo ser el/la mayor, que le imitan porque le encanta como es y quiere
parecerse (no aconsejo decir frases como “quiere ser igual que tú”). Es importante recordar que cada niño es
diferente y hay que desarrollar las capacidades que cada uno desea y necesita
porque las necesidades, incluso las de protección, son diferentes. Un bebé
necesita de estimulación por parte de adultos y de hermanos mayores pero
también necesita tranquilidad y que se les proteja de estímulos muy intensos.
Un niño de 3 o 4 años, por ejemplo, todavía no controla adecuadamente sus
sentimientos y necesita ser protegido por sus padres de la posibilidad de molestar excesivamente.
A los cuatro meses aproximadamente, se da un gran
cambio. Empieza a coordinar sus
movimientos con la vista y empieza a coger los objetos que tiene cerca. A los seis meses ya se mantiene sentado sin
ayuda y aparecen los primeros juegos
entre estas dos edades como el “cucú, trastrás”, el juego de desaparecer y
aparecer detrás de las manos. También juega a abrir y cerrar los ojos y el mundo de los sonidos cobra más
importancia que nunca. El bebé deja caer los objetos y escucha el sonido
que hace al golpear en el suelo. Este hecho le permite vencer el miedo a otros
sonidos que él no controla.
En esta
época, empieza a hacer algo que los riñones de todx cuidador/a que le acompaña
viven con miedo. Es el momento en el que
tiran sus juguetes al suelo esperando a que un adulto se lo vuelva a dar. ¿Supone esto que estamos ante un
mini-tirano que nos esclaviza con menos de un año? No. Con este juego, los
niños aprenden a tener esperanza en que lo que se aleja o se pierde de su campo
de visión, puede volver a aparecer. De esta forma, la ansiedad y la sensación
de peligro que experimentaban con estos sucesos, va disminuyendo poco a poco.
En la
siguiente foto os dejo el desarrollo, a nivel general, de los bebés durante su
primer año de vida.
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