Hoy os hablo
de algo que me fascina y que he practicado desde siempre. Durante la infancia,
para dar rienda suelta a mi imaginación. Durante la adolescencia, para
desahogarme de todo ese caos que generaba la mezcla de hormonas y emociones
intensas. Y, en la adultez, desde el conocimiento de que, llevarlo a cabo, supone
muchas ventajas para aquél o aquella que lo quiere hacer. Os hablo de la escritura terapéutica.
Como las
ventajas se dividen en diferentes ámbitos, hoy
os explicaré en qué consiste la escritura terapéutica a nivel general, en el
ámbito personal y en el contexto de sesiones terapéuticas. La próxima
semana os comentaré cuáles son sus ventajas en la enseñanza y en la enfermedad.
La escritura
favorece no sólo la creatividad sino también nuestro crecimiento como personas.
La palabra escrita va más allá de nuestros pensamientos con un poder especial
para la curación.
Nuestros
pensamientos van muy rápidos, son espontáneos, desordenados, redundantes y
pueden producirse ambigüedades y contradicciones además de irnos por las ramas
y perder el objetivo que queríamos cumplir. A veces, puede interrumpirse un
pensamiento por otro que llega con más fuerza y no ser conscientes hasta que
llevamos un rato divagando sin llegar a ninguna conclusión.
Con la
escritura, podemos manejar esos pensamientos más fácilmente, borrarlos,
tacharlos, aumentar la concentración y hacernos más conscientes de lo que nos
ocurre. El hecho de escribir nos obliga a pararnos, madurar nuestras ideas y
organizarlas.
Además, tiene la ventaja de que sólo se necesita un
cuaderno y un boli o, si se prefiere, un ordenador. Si se escoge escribir a
mano, el nivel de personalización es mucho mayor. Se puede elegir un diseño de
libreta que vaya con nuestro estilo, dibujar, personalizar la portada, etc. Y,
con la libreta física, podemos escribir allá donde vayamos si la tenemos
siempre con nosotros. Aun así, la persona tiene que escoger el medio en el que
se sienta más cómoda.
Otra de las
facilidades de la escritura terapéutica, es que no se necesita un momento y un lugar concreto para llevarlo a cabo.
Se puede elegir cualquier sitio y cualquier hora que nos apetezca cada vez que
vayamos a escribir. Puede haber ciertas excepciones en las que se deba escribir
en momentos concretos si la escritura terapéutica se está llevando a cabo en el
marco de un tratamiento psicológico profesional.
Escribir nos puede ayudar, a nivel
personal, por tener en este medio a un amigo ideal que siempre nos comprende y, muy importante, que nunca nos
abandona. Siempre está ahí para cuando lo necesitamos. Pero, cuidado con nuestro nivel de perfección. No se trata de
escribir el mejor relato de la historia o una poesía ganadora de un concurso.
Si nos centramos en hacerlo perfectamente, no nos estaremos ayudando. Al
contrario, ya que el peso de la perfección nos empujará hacia la frustración de
no sentirnos capaces de hacerlo “adecuadamente” o “como debe ser”.
Lo que importa no es la forma, sino la
acción. El acto de
escribir ya es terapéutico y tiene la particularidad de que, si la persona no
lo desea, no tiene por qué enseñárselo a nadie. Si no hay presión externa ¿Por
qué ponerla nosotros? En ese caso, más que ayudarnos, estaríamos provocando más
dolor.
La escritura como recurso
psicológico en consulta tiene sus inicios en el psicoanálisis a pesar de que, desde hace muchos
siglos, tanto el escribir como el leer se consideran una forma de liberarse de
todo el dolor excesivo buscando la paz y el desahogo. Desde sus comienzos, ha
ganado más importancia en las terapias actuales porque tiene varios beneficios que ayudan en el proceso terapéutico:
-
Supone una participación activa del paciente
aumentando su implicación en las tareas y disminuyendo la visión del terapeuta como protagonista
por su poder de “curación”. La responsabilidad no recae en el psicólogo sino en
el paciente que trabaja y pone en marcha las herramientas que el profesional le
da.
-
Facilita la expresión de los
sentimientos y emociones.
-
Disminuye la introspección excesiva. Al plasmar la idea en el papel, el
paciente puede salir de su espiral de pensamientos y rumiaciones con las que,
posiblemente, incremente su ansiedad y no le sirva para solucionar el problema
que le preocupa.
-
Tomamos distancia de lo que pasa y esto nos ayuda a mirar las cosas
desde otra perspectiva.
¿Os animáis
a escribir para sentiros mejor? Si lo hacéis, espero que me contéis que tal os ha
ido ;)
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