En una
semana en la que en ¿Te atreves? se
está hablando de la influencia de la familia de origen en cada uno de nosotros,
no podía faltar una entrada en el blog sobre la importancia del apego.
¿Qué es el apego? Es el vínculo que se crea entre las
personas más significativas para uno mismo a partir de las relaciones que se
establecen entre ambas partes. Las figuras de apego son las que te hacen
crecer. Por eso, a pesar de que por lo general estas figuras suelen ser los
padres, en algunos casos pueden ser otras personas tales como: el/a psicólogo/a,
el/la profesor/a, un familiar cercano… La forma en que nos relacionamos con
nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc. son el reflejo de las
relaciones que mantuvimos durante la infancia. Es por esto junto a que el ser
humano es un ser social, por lo que el apego influye de manera determinante en
la personalidad del adulto.
Su objetivo
es favorecer la supervivencia, manteniendo próximos y en contacto a las crías y
a los progenitores. Su función es proporcionar seguridad emocional. Ante esas personas nos sentimos seguros,
protegidos y con los recursos emocionales y sociales necesarios para nuestro bienestar.
¿Hay distintos tipos de apego? Efectivamente. El apego se ha clasificado en torno a cuatro tipos diferentes:
¿Hay distintos tipos de apego? Efectivamente. El apego se ha clasificado en torno a cuatro tipos diferentes:
1.
Apego seguro: Se
caracteriza por una figura de referencia que brinda las dos partes más
importantes en el crecimiento de un niño. El increíble combo amor + límites. Ya que una educación
basada únicamente en el amor generará muy probablemente hijos tiranos y una
educación en la que sólo hay límites provocará en la mayoría de los casos hijos
inseguros y deprimidos. El apego seguro se basa en una interacción madre-hijo
recíproca y reforzante por ambas partes. Como consecuencia, los niños criados con este tipo de apego buscan el contacto
y cariño de la madre y reducen el llanto cuando su madre (por lo general) está
presente, pues ésta sabe calmarle en los momentos de estrés y tristeza.
2.
Apego inseguro evitativo: Este tipo de apego lo llevan a cabo personas que ignoran al
niño o tienden a mantenerse al margen de sus necesidades generando un vínculo
similar al de una persona extraña. Estos niños/as no muestran malestar cuando
su figura de apego no está presente, pero sí cuando están solos. Suelen
ser sociables con los extraños pero pueden ignorarlos como evitan a su figura
de apego cuando regresa.
3.
Apego inseguro ambivalente: Los niños criados con un apego ambivalente han tenido
momentos de crisis en los que su figura significativa no ha respondido con
seguridad en todos los casos. Caracterizándose por una relación en la que a
veces se ha actuado generando seguridad en el niño o niña y a veces se ha
ignorado su situación o no se ha respondido de manera adecuada (estrés,
cansancio, enfado…). Estos casos suelen suceder cuando las figuras de apego
contaminan la relación con el estado de ánimo que tienen en ese momento
concreto.
4.
Apego inseguro desorganizado: Es una combinación del apego evitativo y ambivalente. Un
bebé con este apego llorará al separarse de su figura de apego pero cuando ésta
regresa no queda finalizado el problema ya que puede mostrarse enfadado, triste
o indeciso aun cuando están juntos de nuevo.
¿Y cómo influye el apego en nuestra
personalidad adulta?
De la misma manera que los niños escapan de objetos o situaciones amenazantes
buscando a su padre o a su madre, los adultos reaccionamos de una determinada
manera ante las situaciones de amenaza en nuestro día a día. Esta “determinada
manera” está muy relacionada con nuestra forma de reaccionar en nuestros
primeros años de vida. Podemos sentirnos tremendamente angustiados ante
una separación o ante la pérdida de un ser querido (apego inseguro ambivalente),
podemos sentirnos fríos sin suponer un cambio en nuestro estado de ánimo
(apego inseguro evitativo) o tener un sentimiento de tristeza dentro de “una
media” (apego seguro).
La
influencia del apego en nuestra adultez se puede observar en nuestras relaciones
de pareja o de amistad.
Si una persona ha tenido una figura de apego que se ha asustado cuando ha llorado o se ha alterado cuando se ha enfadado y, además, estás reacciones las ha alternado con conductas de cariño y seguridad, es muy probable que en sus relaciones adultas se encuentre en un estado de alerta buscando cualquier indicio de respuesta negativa en los demás e interpretándola como un rechazo.
Si una persona carece de un apego seguro, su necesidad de vinculación actual será muy intensa ya sea con su pareja o sus amigos. Mostrando una actitud de dependencia para evitar el abandono, llamando la atención para saciar ese vacío y protagonizando situaciones aparentemente infantiles, pues es su niño interior el que está sintiendo.
Por otra parte, ¿habéis escuchado alguna vez a alguna persona decir que se siente solo entre un montón de gente? En este caso, es posible que se sienta sola porque a pesar de estar rodeada de gente, carece de una figura de apego que le genere seguridad.
Y en cuanto a la pareja, ¿conocéis a alguien que quiera mucho a una persona pero no se sienta capaz de mantener una relación con ella a pesar de necesitarlo desesperadamente? Esto nos recuerda a la definición previa del apego inseguro desorganizado donde el niño lloraba o se mostraba enfadado aun estando con la madre.
Estos son algunos de los comportamientos adultos que están relacionados con el apego que experimentamos en nuestra infancia. ¿Significa esto que por estar influidos por experiencias tempranas no podemos cambiarlo? Definitivamente NO. Para empezar, el mero hecho de concienciarnos de nuestra forma de relacionarnos a menudo inconsciente, ya supone un gran cambio en nosotros. Si estáis interesados en este tema os recomiendo leer a los grandes John Bowlby y Peter Fonagy. Si queréis trabajarlo de manera más profunda… nos vemos en terapia ;)
Si una persona ha tenido una figura de apego que se ha asustado cuando ha llorado o se ha alterado cuando se ha enfadado y, además, estás reacciones las ha alternado con conductas de cariño y seguridad, es muy probable que en sus relaciones adultas se encuentre en un estado de alerta buscando cualquier indicio de respuesta negativa en los demás e interpretándola como un rechazo.
Si una persona carece de un apego seguro, su necesidad de vinculación actual será muy intensa ya sea con su pareja o sus amigos. Mostrando una actitud de dependencia para evitar el abandono, llamando la atención para saciar ese vacío y protagonizando situaciones aparentemente infantiles, pues es su niño interior el que está sintiendo.
Por otra parte, ¿habéis escuchado alguna vez a alguna persona decir que se siente solo entre un montón de gente? En este caso, es posible que se sienta sola porque a pesar de estar rodeada de gente, carece de una figura de apego que le genere seguridad.
Y en cuanto a la pareja, ¿conocéis a alguien que quiera mucho a una persona pero no se sienta capaz de mantener una relación con ella a pesar de necesitarlo desesperadamente? Esto nos recuerda a la definición previa del apego inseguro desorganizado donde el niño lloraba o se mostraba enfadado aun estando con la madre.
Estos son algunos de los comportamientos adultos que están relacionados con el apego que experimentamos en nuestra infancia. ¿Significa esto que por estar influidos por experiencias tempranas no podemos cambiarlo? Definitivamente NO. Para empezar, el mero hecho de concienciarnos de nuestra forma de relacionarnos a menudo inconsciente, ya supone un gran cambio en nosotros. Si estáis interesados en este tema os recomiendo leer a los grandes John Bowlby y Peter Fonagy. Si queréis trabajarlo de manera más profunda… nos vemos en terapia ;)
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