"Todos los días la gente se arregla el cabello,
¿Por qué no el corazón?"

miércoles, 26 de febrero de 2014

Soy perfecto, el esclavo perfecto

Os invito a que leáis las siguientes frases a ver si os recuerdan a alguien (o incluso a vosotros mismos):
-           “Todo tiene que salir perfecto” (mejor todo bajo control, que la ambigüedad genera ansiedad)
-          “No me puedo permitir fallar” (¿a quién? ¿A uno mismo? O ¿a alguien concreto?)
-          “Esperaba más nota” (necesito más nota para que ese alguien me acepte)
-          “He sacado buena nota pero no me ha salido bien” (que no se me ocurra la idea de felicitarme por algo que es mi obligación)
-          “Déjame a mí, yo lo hago” (Porque yo lo hago mejor. Sin prepotencias, sin narcisismos, sólo para que salga perfecto)
-          “No voy a premiar a mi hijo porque estudie, es lo que tiene que hacer” (nada de premiar por cosas obvias, sólo castigos ante comportamientos negativos)
-          “No, no puedo salir, tengo muchas cosas que hacer” (todas menos dedicarme tiempo a mí mismo y quererme)
Y como estas expresiones, muchas otras con las que tenemos que lidiar socialmente por escuchárselas a amigos o familiares o peor aún, lidiar con nosotros mismos.
Muchas personas dedican un gran esfuerzo al trabajo o a los estudios. Al fin y al cabo, la sociedad actual premia este tipo de perfiles. Lo que diferencia a las personas perfeccionistas es la dificultad de equilibrar el tiempo de trabajo y el de ocio, dejando este último relegado el tiempo que haga falta. Pueden presentar dificultades a la hora de trabajar en grupo ya que la entrega de este tipo de personas es mucho mayor que la de cualquiera y puede causarles indignación o, en otros casos, un sobreesfuerzo por su parte en el trabajo (elegirán partes más difíciles, se encargarán de un porcentaje mayor del trabajo, revisarán la parte de sus compañeros para evaluar que todo está “bien”…). Además, puede costarles la idea de terminar un trabajo sin hacer los pertinentes “últimos” retoques que acaban siendo de todo menos “últimos”.
Pero esto… ¿por qué?
Algunos artículos explican que en el período en el que el niño intenta lograr su autonomía, algunos padres controladores pueden conseguir que sus hijos pierdan iniciativa a la vez que ganan prudencia mediante una actitud rígida y controladora. “No hagas esto, no pintes aquí, no molestes al abuelito, no atosigues a tu hermano, no, no, no…”. Así que el niño se queda con el “no” y “no” se puede permitir defraudar a las personas que más quiere. Y ¿cómo consigue no decepcionarles? Pensando como ellos, internalizando las normas que se le indican y haciéndolas propias de manera que, más adelante en la adolescencia o en la adultez, es la propia persona la que se culpabiliza a sí misma por fallarse pero, en realidad, está fallando a sus padres.
Esto podría explicar por qué algunas de estas personas sienten un profundo respeto exagerado hacia figuras de autoridad. Podrían estar proyectando a sus figuras paternas.
Además, es bastante frecuente escuchar a padres que premian a sus hijos sólo cuando obtienen reconocimiento académico, deportivo, etc. haciéndoles entender que no se les quiere por el mero hecho de ser sus hijos, sino por lo que consiguen.
Por otra parte, algunas personas sienten un elevado nivel de ansiedad ante situaciones ambiguas, abstractas y sin unas normas establecidas. A todo ser humano le agobia la incertidumbre. Pero, en algunos casos, los sentimientos de ineficacia o la mala habilidad para solucionar problemas puede hacer que este sentimiento negativo se haga todavía más grande. Sería otra posible causa de un estilo perfeccionista. La necesidad de no dejar un cabo suelto para tenerlo todo bajo control.
Y por último (en esta entrada del blog, ni mucho menos en este tema), existen padres que se centran en aspectos relacionados con el trabajo y demás obligaciones dejando a un lado la necesidad que tienen sus hijos de que sus padres les valoren. De ahí, que intenten por todos los medios llamar su atención (en este caso, positivamente) siendo los mejores en todo.  Un notable no será suficiente para captar su atención, un primer puesto en una carrera tampoco lo será por lo que podrían pensar que no lo hicieron bien a pesar de haber ganado. Es más fácil asumir que nunca lo hicieron lo suficientemente bien que aceptar que esa persona tan importante para ti no te valora hagas lo que hagas.
Por tanto… ¿Qué hay detrás del perfeccionismo de algunas personas? ¿El aprendizaje ante padres modelo muy exigentes? ¿La necesidad de tenerlo todo bajo control? ¿La sensación de que debemos ser los mejores para que quien nos importa nos valore?
Quizá es un buen momento para empatizar con esas personas o reflexionar sobre nuestra forma de actuar ;)
 
 

4 comentarios:

  1. Me veo bastante reflejado en este post, pero sobre todo a mi padre. Creo que la causa de nuestro perfeccionismo habría que rastrearla hasta mi abuelo, la autoridad en persona :P

    Gracias por el post, Mónica.

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  2. Muy interesante el tema. Nunca me habia planteado revisar las razones, pero este post me ha dado pie a recapacitar un poco mas sobre el porque de las consecuencias que hablas (entregar tarde, dificil equilibrio entre trabajo y ocio...)

    Gracias por el post!

    Carlos M.

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  3. Gracias a ti por el comentario Carlos M., a veces plantearse las razones puede ayudar mucho en el cambio. Entendemos el por qué e intentamos no repetir patrones desadaptativos.

    Un abrazo! :)

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