Os invito a
que leáis las siguientes frases a ver si os recuerdan a alguien (o incluso a
vosotros mismos):
-
“Todo tiene que salir perfecto” (mejor todo
bajo control, que la ambigüedad genera ansiedad)
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“No
me puedo permitir fallar” (¿a quién? ¿A uno mismo? O ¿a alguien concreto?)
-
“Esperaba
más nota” (necesito más nota para que ese alguien me acepte)
-
“He
sacado buena nota pero no me ha salido bien” (que no se me ocurra la idea de
felicitarme por algo que es mi obligación)
-
“Déjame
a mí, yo lo hago” (Porque yo lo hago mejor. Sin prepotencias, sin narcisismos,
sólo para que salga perfecto)
-
“No
voy a premiar a mi hijo porque estudie, es lo que tiene que hacer” (nada
de premiar por cosas obvias, sólo castigos ante comportamientos negativos)
-
“No,
no puedo salir, tengo muchas cosas que hacer” (todas menos dedicarme tiempo a
mí mismo y quererme)
Y como estas
expresiones, muchas otras con las que tenemos que lidiar socialmente por
escuchárselas a amigos o familiares o peor aún, lidiar con nosotros mismos.
Muchas
personas dedican un gran esfuerzo al trabajo o a los estudios. Al fin y al
cabo, la sociedad actual premia este tipo de perfiles. Lo que diferencia a las personas perfeccionistas es la dificultad de equilibrar el tiempo de
trabajo y el de ocio, dejando este último relegado el tiempo que haga
falta. Pueden presentar dificultades a
la hora de trabajar en grupo ya que la entrega de este tipo de personas es
mucho mayor que la de cualquiera y puede causarles indignación o, en otros
casos, un sobreesfuerzo por su parte en el trabajo (elegirán partes más
difíciles, se encargarán de un porcentaje mayor del trabajo, revisarán la parte
de sus compañeros para evaluar que todo está “bien”…). Además, puede costarles
la idea de terminar un trabajo sin hacer
los pertinentes “últimos” retoques que acaban siendo de todo menos
“últimos”.
Pero esto… ¿por
qué?
Algunos
artículos explican que en el período en el que el niño intenta lograr su
autonomía, algunos padres controladores pueden conseguir que sus hijos pierdan
iniciativa a la vez que ganan prudencia mediante una actitud rígida y
controladora. “No hagas esto, no pintes aquí, no molestes al abuelito, no
atosigues a tu hermano, no, no, no…”. Así que el niño se queda con el “no” y “no” se puede permitir
defraudar a las personas que más quiere. Y ¿cómo consigue no decepcionarles?
Pensando como ellos, internalizando las normas que se le indican y haciéndolas
propias de manera que, más adelante en la adolescencia o en la adultez, es la
propia persona la que se culpabiliza a sí misma por fallarse pero, en realidad, está fallando a sus padres.
Esto podría
explicar por qué algunas de estas personas sienten un profundo respeto exagerado hacia figuras de autoridad. Podrían
estar proyectando a sus figuras paternas.
Además, es
bastante frecuente escuchar a padres que
premian a sus hijos sólo cuando obtienen reconocimiento académico,
deportivo, etc. haciéndoles entender que no se les quiere por el mero hecho de
ser sus hijos, sino por lo que consiguen.
Por otra
parte, algunas personas sienten un
elevado nivel de ansiedad ante situaciones ambiguas, abstractas y sin unas
normas establecidas. A todo ser humano le agobia la incertidumbre. Pero, en
algunos casos, los sentimientos de ineficacia o la mala habilidad para
solucionar problemas puede hacer que este sentimiento negativo se haga todavía
más grande. Sería otra posible causa de un estilo perfeccionista. La necesidad
de no dejar un cabo suelto para tenerlo todo bajo control.
Y por último
(en esta entrada del blog, ni mucho menos en este tema), existen padres que se centran en aspectos relacionados
con el trabajo y demás obligaciones dejando a un lado la necesidad que tienen
sus hijos de que sus padres les valoren. De ahí, que intenten por todos los
medios llamar su atención (en este
caso, positivamente) siendo los mejores en todo. Un notable no será suficiente para captar su
atención, un primer puesto en una carrera tampoco lo será por lo que podrían
pensar que no lo hicieron bien a pesar de haber ganado. Es más fácil asumir que
nunca lo hicieron lo suficientemente bien que aceptar que esa persona tan
importante para ti no te valora hagas lo que hagas.
Por tanto… ¿Qué
hay detrás del perfeccionismo de algunas personas? ¿El aprendizaje ante padres
modelo muy exigentes? ¿La necesidad de tenerlo todo bajo control? ¿La sensación
de que debemos ser los mejores para que quien nos importa nos valore?
Quizá es un
buen momento para empatizar con esas personas o reflexionar sobre nuestra forma
de actuar ;)
Me veo bastante reflejado en este post, pero sobre todo a mi padre. Creo que la causa de nuestro perfeccionismo habría que rastrearla hasta mi abuelo, la autoridad en persona :P
ResponderEliminarGracias por el post, Mónica.
Me alegra ver que te sirve lo que escribo. Gracias por escribir :)
ResponderEliminarMuy interesante el tema. Nunca me habia planteado revisar las razones, pero este post me ha dado pie a recapacitar un poco mas sobre el porque de las consecuencias que hablas (entregar tarde, dificil equilibrio entre trabajo y ocio...)
ResponderEliminarGracias por el post!
Carlos M.
Gracias a ti por el comentario Carlos M., a veces plantearse las razones puede ayudar mucho en el cambio. Entendemos el por qué e intentamos no repetir patrones desadaptativos.
ResponderEliminarUn abrazo! :)