Esta semana
comparto con vosotros una carta muy interesante. Esta carta la ha escrito una
persona que tiene miedo al abandono y, desde su perspectiva, podemos empatizar
con estas personas desde un punto más personal e íntimo dejando a un lado todas
las descripciones negativas que se cuentan sobre aquellos que sufren este miedo
tan potente y desolador. La carta dice así:
Hola, llevaba tiempo sin saber de ti.
Parece ser que eso te ha molestado y ha hecho que vuelvas a mí con fuerza.
Imagino que abandonarte cuando eres el miedo al abandono, no te ha hecho
ninguna gracia.
He vuelto a sentirte como un gran
nudo en mi pecho que me oprime. Como si no cogieras dentro y estuvieras
empujando mi diafragma hacia abajo. Siento que tu miedo a que me olvide de ti
consigue que te hagas grande e intenso para llamar mi atención y, cuando lo
consigues, eres tan grande que me cuesta pensar en otra cosa.
He de decirte que me resulta muy
difícil luchar contra ti. Cuando eres tan fuerte pero estás tan feliz de que te
haga caso y te cuide, me das un chute de energía tan grande que no quiero
olvidarte nunca. Sólo tú me proporcionas ese sentimiento tan gratificante.
El problema viene cuando te asustas.
Te asustas tanto que me asustas a mí y no puedo ver con claridad cuáles son las
distintas posibilidades de solucionar el problema. Me hundo contigo, me
atrapas, me haces sentir tanto que anulas cualquier pensamiento racional que
pueda tener al respecto.
Es entonces cuando la gente empieza a
definir mi comportamiento (porque es lo único que ellos pueden ver). Me
analizan, me describen y empiezan a escribir en distintos manuales y páginas en
Internet que me convierto en una persona pegajosa, asfixiante e incluso
manipuladora. Me da tanta rabia que me vean así… Y en cierta parte, sé que
puedo convertirme en eso. Por eso te escribo hoy, para decirte que no me gusta
que me hagas ser así. No quiero ser así por tu culpa.
He estado leyendo, escuchando y
aprendiendo. He entendido que tú naciste en mí desde mis experiencias tempranas,
cuando mis figuras de apego no consiguieron darme la seguridad que necesitaba.
A veces me atendían y a veces no. Y, como dicen por ahí, si me hacen caso
siempre, mi necesidad se cubre más rápido que si me dan aquello que necesito
gota a gota. Y, en mi caso, solían hacer lo segundo.
Otras personas dicen que el problema
viene cuando las figuras de protección son las mismas que las que nos hacen
daño. Quizá cuando era pequeña y tenía un problema, acudía a pedir ayuda a mis
figuras de protección pero, justo en ese momento, eran las que me hacían daño y
esto me provocaba una emoción tan intensa que no podía pensar otra posible
forma de solucionarlo, conviviendo con esa intensidad negativa durante un largo
período de tiempo.
Con todas estas explicaciones quiero
decirte que ya sé por qué me quieres tanto. Ya sé por qué te gusta vivir en mí.
Cuando pienso esto más de una vez y tú estás medianamente tranquilo, me ayudo a
mí misma a poder reaccionar cuando estás en esa versión rebelde que tanto me
mata. No consigo que dejes de hacerme daño pero dejo de hacer todos esos
comportamientos que la gente ve y con los que me describen como parte de un
trastorno. ¿Sabes por qué pasa esto? Porque con estos motivos te ayudo a que te
entiendas tú también. Te ayudo a saber que naciste por una necesidad que no se
cubrió en su momento y que estás en un bucle del que no sabes que puedes salir,
pero puedes salir porque esa necesidad en la actualidad es irreal. Ya no
dependes de nadie tanto como cuando eras pequeño. Ya no necesitas comprobar que
no te van a abandonar porque eres capaz de vivir por tu cuenta. Puedes vivir
sin mí.
Por tanto, sólo quería que supieras
que esta no será mi última carta, no te preocupes. Te escribiré otra vez, pero
será para contarte cómo conseguí dejar de vivir contigo. Me has acompañado
durante mucho tiempo y me has ayudado a poner en marcha herramientas cuando no
tenía otras. Pero ahora, ya de adulta, creo que nuestros caminos se pueden
separar. Espero que te vaya muy bien en la vida y recuerdes lo que vivimos
juntos, pero también espero que seas feliz sin mí al igual que yo aprenderé a
serlo sin ti.
Un beso,
La persona que ha
puesto voz y actos a tus sentimientos durante tantos años.
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