"Todos los días la gente se arregla el cabello,
¿Por qué no el corazón?"

miércoles, 14 de enero de 2015

“ES LO QUE HAY” Y “ME LA PELA”: Frases coloquiales que descifran razonamientos complejos

El tema de esta semana puede ser algo controvertido en su forma. ¿Qué hago? ¿Me decido a hablar de ello? No es una forma nada elegante pero es tan positivo… Pues eso, si es algo positivo para quien lo lea, qué más da que la forma sea coloquial, “ME LA PELA”. Y es que de frases como esa va esta entrada.
 
¿Cuántos de vosotrxs os preocupáis infinitamente por aspectos que no podéis controlar o que todavía no han ocurrido? ¿Quiénes reconocéis las frases que empiezan por: “Y si…” que nos llevan a esos miedos irracionales que tanto nos controlan? “¿Y si se enfada conmigo por decirle lo que pienso?” ¿”Y si nota que estoy enfadado con él/ella y me hace explicarle por qué?” “¿Y si no es esa persona la mejor para mí y puedo encontrar a alguien que me guste más?” “¿Y si deja de quererme por no estar al 100%?” “¿Y si se cansa de mí?” “¿Y si me abandona?”
 
Nos pasamos el día pensando y pensando para aumentar nuestra preocupación. Cuando tenemos un problema, pensamos como método para solucionarlo. Pero si ese pensamiento solo nos sirve para rumiar y rumiar sin llegar a ninguna solución, está cumpliendo otros posibles objetivos defensivos, pero nunca el de solucionar el problema.
 
Si a esta situación de estancamiento sin llegar a ningún lado, sumamos los efectos negativos que supone en nosotros: ansiedad, miedo, frustración, impotencia… podemos observar un combo perfecto para minar nuestra salud psicológica y física. Es entonces cuando pueden aparecen los problemas de sueño, los resfriados continuos, dolores de estómago, aftas, problemas de tensión, etc. Cuando no queremos dar salida a nuestros sentimientos ni darles solución, el cuerpo se preocupa por conseguir que eso ocurra. ¿No quieres que los demás sepan lo que te pasa? Ya se encargará tu cuerpo. ¿No quieres parar a ver qué ocurre porque no tienes tiempo o tienes otras prioridades? Ya intentará tu cuerpo, por todos los medios, que pares y te priorices.
 
Dejar de preocuparnos excesivamente es una tarea compleja. Seguramente, lo hemos hecho durante muchos años y, además, es el resultado de una necesidad que tuvimos de pequeños para sobrevivir y solucionar determinadas situaciones. ¿Cómo vamos ahora, después de tanto tiempo, a estar dispuestos a dejar atrás lo que nos ayudó en momentos críticos? Nuestra mente nos dirá: ¡No! ¡No lo hagas! ¡Estás locx! ¡Vas a sufrir!  Lo que nuestra mente basada en la experiencia, quizá no sepa, es que de adulto has elaborado otras herramientas para solucionar ese problema y que no necesitas preocuparte por controlar todo. Ya no necesitas controlar porque eres capaz de solventar lo que venga en el momento oportuno.
 
Para lidiar con la preocupación constante, se necesita mucho esfuerzo y repetición. Necesitas ser valiente para admitir que te dan miedo determinados sucesos. Necesitas ser sincero contigo mismx para descubrir que no es un problema del entorno sino que tú sientes que no eres capaz de sobrellevarlo y por eso lo ves como una amenaza. Y, una vez te has dado cuenta, precisas de mucho esfuerzo para repetir y repetir una nueva forma de verlo, como cuando aprendiste a escribir o a recitar las tablas de multiplicar.
 
¿Y cuál es esa nueva forma de verlo? Para ello, es conveniente comentar las preocupaciones que llamo “Top 10”.
 
Dos de las preocupaciones que nos ocupan gran parte del día se agrupan en dos apartados. 1. Las cosas que nos molestan de los demás o de nosotros mismos y no podemos cambiar. 2. La sensación de que vamos a hacer sentir mal a los demás o que los demás están molestos con nosotros por alguna razón.
 
1.      Las cosas que nos molestan y no podemos cambiar: Cuando queremos mejorar en algún aspecto podemos trabajar para mejorarlo y estar en continuo crecimiento. Pero otra opción, que no es incompatible y que me parece la base de la autoestima, es aceptar lo que somos y cómo somos. ¿Quieres aprender X conocimientos para saciar tu curiosidad y motivación? Adelante, aprende. Pero no aprendas porque si no lo sabes te consideras inculto/a, tonto/a o menospreciado/a por ti mismo/a. Primero, acepta que “ES LO QUE HAY” y que, eso que hay en ti, te hace ser igual de válido que los demás. Por el lado contrario, eso no significa que como “ES LO QUE HAY”, no queramos modificar nada de nosotros y nos estanquemos.

Esta frase también nos puede ayudar para aceptar que los demás no van a cambiar.
En nuestra mano está modificar lo que depende de nosotros, pero si una persona no quiere cambiar y sabes, que por más que hables con él/ella, la relación va a seguir igual, acepta que “ES LO QUE HAY”. ¿No quieres seguir manteniendo el contacto porque no es sano para ti? Dile adiós, no tienes por qué aguantar cosas que te hacen daño. ¿Te interesa esa relación aun con las dificultades? Adelante, sigue disfrutando. Pero, aceptar que “ES LO QUE HAY” es incompatible con la continua queja y esperanza de esa persona ideal que esperamos. Si sigues esperando un cambio que no va a suceder, es que no has aceptado que “ES LO QUE HAY”.
 
2.      Continua sensación de que vamos a dañar a los demás o que los demás están enfadados con nosotros: En algún momento concreto nos hemos sentido responsables(no culpables) de sentimientos negativos que hemos despertado en otras personas. Es normal, sano y denota preocupación por las personas que nos importan. El problema se da cuando esa preocupación se extrapola a situaciones de menos importancia o a personas que no nos aportan una relación íntima como, por ejemplo, la relación que estableces con un camarero durante la estancia en un restaurante. ¿Se habrá enfadado por no dejar propina? ¿Le molestará a mi vecino del 5º que no le haya saludado sin darme cuenta?
 
      Es aquí donde entra en juego la frase, posiblemente, más grosera pero proporcionalmente eficaz: “ME LA PELA”. Si sabemos que no hemos actuado con una intencionalidad negativa y otra persona se molesta desmesuradamente, es momento de decir “ME LA PELA”. Si hemos sido congruentes con nuestro pensamiento y, tras una discusión, notamos que la otra persona está intentando manipularnos emocionalmente, es el momento exacto de decir “ME LA PELA”. Incluso podemos añadir una frase racional antes de estas tres palabras. Un ejemplo sería: “Le he dicho que no puedo quedar hasta la semana que viene porque tenía otros compromisos que ya había cerrado anteriormente. Si tanto le urgía quedar conmigo hoy, podría haberme avisado antes. Yo también necesito planificarme. Además, se lo he explicado pero si no lo entiende “ME LA PELA””.
 
 
Con estas frases no se trata de dejar de crecer ni de convertirse en una persona cínica y egoísta en la que priman nuestras apetencias por encima de las de los demás. Estas frases, tan simples y tan coloquiales, son la consecuencia de mejorar nuestra autoestima (trabajo muy difícil) y, más tarde, de haber sido valientes para poner límites a los demás soportando los conflictos que eso conlleva.

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