El tema de
esta semana puede ser algo controvertido en su forma. ¿Qué hago? ¿Me decido a
hablar de ello? No es una forma nada elegante pero es tan positivo… Pues eso,
si es algo positivo para quien lo lea, qué más da que la forma sea coloquial, “ME LA PELA”. Y es que de frases como
esa va esta entrada.
¿Cuántos de
vosotrxs os preocupáis infinitamente por aspectos que no podéis controlar o que
todavía no han ocurrido? ¿Quiénes reconocéis las frases que empiezan por: “Y si…” que nos llevan a esos miedos
irracionales que tanto nos controlan? “¿Y
si se enfada conmigo por decirle lo que pienso?” ¿”Y si nota que estoy enfadado con él/ella y me hace explicarle por
qué?” “¿Y si no es esa persona la
mejor para mí y puedo encontrar a alguien que me guste más?” “¿Y si deja de quererme por no estar al
100%?” “¿Y si se cansa de mí?” “¿Y si me abandona?”
Nos pasamos
el día pensando y pensando para aumentar nuestra preocupación. Cuando tenemos un problema, pensamos como
método para solucionarlo. Pero si ese pensamiento solo nos sirve para rumiar y
rumiar sin llegar a ninguna solución, está
cumpliendo otros posibles objetivos defensivos, pero nunca el de solucionar
el problema.
Si a esta situación de estancamiento
sin llegar a ningún lado, sumamos los efectos negativos que supone en nosotros:
ansiedad, miedo,
frustración, impotencia… podemos
observar un combo perfecto para minar nuestra salud psicológica y física.
Es entonces cuando pueden aparecen los problemas de sueño, los resfriados
continuos, dolores de estómago, aftas, problemas de tensión, etc. Cuando no queremos dar salida a nuestros
sentimientos ni darles solución, el cuerpo se preocupa por conseguir que eso
ocurra. ¿No quieres que los demás sepan lo que te pasa? Ya se encargará tu
cuerpo. ¿No quieres parar a ver qué ocurre porque no tienes tiempo o tienes
otras prioridades? Ya intentará tu cuerpo, por todos los medios, que pares y te
priorices.
Dejar de preocuparnos excesivamente
es una tarea compleja. Seguramente, lo hemos hecho
durante muchos años y, además, es el
resultado de una necesidad que tuvimos de pequeños para sobrevivir y solucionar
determinadas situaciones. ¿Cómo vamos ahora, después de tanto tiempo, a
estar dispuestos a dejar atrás lo que nos ayudó en momentos críticos? Nuestra mente
nos dirá: ¡No! ¡No lo hagas! ¡Estás locx! ¡Vas a sufrir! Lo que nuestra mente basada en la experiencia,
quizá no sepa, es que de adulto has elaborado otras herramientas para
solucionar ese problema y que no necesitas preocuparte por controlar todo. Ya
no necesitas controlar porque eres capaz de solventar lo que venga en el
momento oportuno.
Para lidiar con la preocupación
constante, se necesita mucho esfuerzo y repetición. Necesitas ser valiente para admitir
que te dan miedo determinados sucesos. Necesitas ser sincero contigo mismx para
descubrir que no es un problema del entorno sino que tú sientes que no eres
capaz de sobrellevarlo y por eso lo ves como una amenaza. Y, una vez te has
dado cuenta, precisas de mucho esfuerzo para repetir y repetir una nueva forma
de verlo, como cuando aprendiste a escribir o a recitar las tablas de
multiplicar.
¿Y cuál es
esa nueva forma de verlo? Para ello, es conveniente comentar las preocupaciones
que llamo “Top 10”.
Dos de las preocupaciones que nos
ocupan gran parte del día se agrupan en dos apartados. 1. Las cosas que nos molestan de los
demás o de nosotros mismos y no podemos cambiar. 2. La sensación de que vamos a
hacer sentir mal a los demás o que los demás están molestos con nosotros por
alguna razón.
1. Las cosas que nos molestan y no podemos cambiar: Cuando queremos mejorar en algún
aspecto podemos trabajar para mejorarlo y estar en continuo crecimiento. Pero
otra opción, que no es incompatible y que me parece la base de la autoestima,
es aceptar lo que somos y cómo somos. ¿Quieres aprender X conocimientos para
saciar tu curiosidad y motivación? Adelante, aprende. Pero no aprendas porque
si no lo sabes te consideras inculto/a, tonto/a o menospreciado/a por ti mismo/a.
Primero, acepta que “ES LO QUE HAY” y que, eso que hay en ti, te hace ser igual de válido que los demás. Por
el lado contrario, eso no significa que como “ES LO QUE HAY”, no queramos modificar nada de nosotros y nos
estanquemos.
Esta frase también nos puede ayudar para aceptar que los demás no van a cambiar. En nuestra mano está modificar lo que depende de nosotros, pero si una persona no quiere cambiar y sabes, que por más que hables con él/ella, la relación va a seguir igual, acepta que “ES LO QUE HAY”. ¿No quieres seguir manteniendo el contacto porque no es sano para ti? Dile adiós, no tienes por qué aguantar cosas que te hacen daño. ¿Te interesa esa relación aun con las dificultades? Adelante, sigue disfrutando. Pero, aceptar que “ES LO QUE HAY” es incompatible con la continua queja y esperanza de esa persona ideal que esperamos. Si sigues esperando un cambio que no va a suceder, es que no has aceptado que “ES LO QUE HAY”.
2. Continua sensación de que vamos a dañar a los demás o que los demás están
enfadados con nosotros: En algún momento concreto nos hemos sentido responsables(no culpables) de
sentimientos negativos que hemos despertado en otras personas. Es normal, sano
y denota preocupación por las personas que nos importan. El problema se da cuando esa preocupación se extrapola a situaciones de
menos importancia o a personas que no nos aportan una relación íntima como, por
ejemplo, la relación que estableces con un camarero durante la estancia en un
restaurante. ¿Se habrá enfadado por no dejar propina? ¿Le molestará a mi
vecino del 5º que no le haya saludado sin darme cuenta?
Es aquí donde entra en juego la frase, posiblemente, más grosera pero proporcionalmente
eficaz: “ME LA PELA”. Si sabemos
que no hemos actuado con una intencionalidad negativa y otra persona se molesta
desmesuradamente, es momento de decir “ME
LA PELA”. Si hemos sido congruentes con nuestro pensamiento y, tras una
discusión, notamos que la otra persona está intentando manipularnos
emocionalmente, es el momento exacto de decir “ME LA PELA”. Incluso podemos
añadir una frase racional antes de estas tres palabras. Un ejemplo sería: “Le
he dicho que no puedo quedar hasta la semana que viene porque tenía otros
compromisos que ya había cerrado anteriormente. Si tanto le urgía quedar
conmigo hoy, podría haberme avisado antes. Yo también necesito planificarme. Además,
se lo he explicado pero si no lo entiende “ME
LA PELA””.
Con estas
frases no se trata de dejar de crecer ni
de convertirse en una persona cínica y egoísta en la que priman nuestras
apetencias por encima de las de los demás. Estas frases, tan simples y tan
coloquiales, son la consecuencia de mejorar nuestra autoestima (trabajo muy
difícil) y, más tarde, de haber sido valientes para poner límites a los demás soportando
los conflictos que eso conlleva.
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