Erikson
definió 8 etapas de crisis en la vida de todo ser humano.
En esta
entrada nos vamos a centrar en las crisis de una etapa algo complicada: la
adolescencia.
El
adolescente tiene dos crisis:
De identidad (identidad VS difusión): De pronto
dejan de ser niños tanto física como emocionalmente. Por eso dejan de hacer todo
lo que estaban haciendo (ya no les gusta su habitación, ya no le gusta la misma
comida, crean nuevos amigos, cambian de estilo de ropa, dejan de ver a la
abuela, dejan el conservatorio o los deportes porque eso formaba parte de su
etapa de niños…). Por esta razón, es posible que tampoco quieran besos ni
abrazos puesto que consideran que son cosas de niños.
De afirmación (no soy niño ni adulto, no sé lo que
soy, pero no me trates como a un niño). El adolescente tiene un armazón de
seguridad con un núcleo central, el YO. El YO aparece cuando se es pequeño y
explota en la adolescencia. “Yo soy yo y soy autónomo e independiente así que
yo decido lo que quiero hacer”. Ante esto, no es aconsejable que los padres les
dejen hacer todo lo que quieran puesto que, a pesar de su apariencia segura, realmente
no saben lo que quieren hacer a largo plazo. Sus pensamientos y sentimientos fluctúan
constantemente. Ante todo, cabe destacar que esta etapa es sana ya que en ella se
reafirman ante la autoridad (siendo algo rebeldes) y esto hará que, el en
futuro, sean adultos seguros.
El adolescente
tiene dos extremos: rebelde ß----------------------------à sutil.
Los dos intentan
salirse con la suya pero con la diferencia de que uno genera conflicto
(rebelde) y el otro no (sutil). El rebelde es más “escandaloso” pero el sutil puede
generar más problemas ya que suele “torear” a los adultos (padre, madre,
profesor, terapeuta…) afirmando a todo que sí y luego haciendo lo que quiere. A
más inseguridad, más necesidad de reafirmarse tanto a modo de rebelde como
sutil. Al rebelde hay que enseñarle a controlarse (trabajar impulsividad y
autocontrol) y, en ocasiones, la rebeldía desaparece cuando desaparece la
adolescencia. Al sutil hay que enseñarle a atreverse: opinar, decidir…
A partir de
los 20 años aproximadamente, los jóvenes tienen la total potestad para
decidir y actuar en función a sus creencias. Los padres pueden sugerir y
aconsejar pero los jóvenes serán quienes decidan si harán caso o no a esos
consejos y se responsabilizarán de sus propias consecuencias. Los jóvenes ya no
ven a los padres como los ven los adolescentes, es decir, como alguien que va a
decidir todo en sus vidas. Este sentimiento adolescente con respecto a sus
padres es una de las razones por la que están a la defensiva convirtiéndose en
adolescentes punzantes, adolescentes cactus.
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