Este martes colgaba en la página de Facebook un
artículo muy interesante de Eduard Punset en el que hablaba de lo mucho que hablamos
las personas y lo poco que escuchamos. Un fragmento de su artículo dice así:
“Aquí, casi todo el mundo tiende a explicar las razones por las que
merecería estar en los altares; los argumentos esgrimidos frente a los que no
quieren escuchar nuestro discurso […] Muy pocos quieren, por el contrario,
escuchar a los demás. Éste es un país en donde no interesa lo que piensan los
otros porque lo único que cuenta es aquello de lo que uno está convencido.”
¿Habéis sentido alguna vez que la persona con la que intentáis hablar
siempre consigue que el tema que has iniciado acabe siendo alguna experiencia
suya? ¿Conocéis a alguien que acapara las conversaciones y realiza monólogos a
pesar de que los demás no le sigan preguntando? Quizá os ha ocurrido que
mientras intentáis contar una cosa, la misma persona os interrumpe una y otra
vez. Seguro que sí.
Esas personas no escuchan porque, simplemente, no les importa lo que vayas a contar. Pero hay personas que no sólo no escuchan sino que hablan, hablan mucho y de ellos mismos (de su infancia, de conocidos suyos que están en la misma situación, de que “justo eso me pasó hace unos días”… y así muchísimos temas más, siempre y cuando sean ellos los protagonistas de la historia). Son presos de su propio narcisismo y, por tanto, ni siquiera son conscientes de que es observable para su interlocutor que lo que le está contando no le interesa.
Por el contrario, seguro que también os habéis topado con ese tipo de personas con los que os sentís muy bien. Tanto como para contarle cosas que no creeríais que fuerais a decir. Esas personas con las que podéis hablar y hablar sin sentiros pesados ni juzgados. Seguramente, esas personas practican la escucha activa. No hace falta ser un profesional de la comunicación para escuchar activamente. Para ello, sólo es necesario tener en cuenta algunos principios básicos que, en muchos casos, son inherentes a cada una de las personas.
Lo primero de todo es tener una actitud positiva, o lo que es lo mismo, que os apetezca escuchar a esa persona en ese momento. Ni más, ni menos. Lo siguiente (algo más difícil para algunos) es alejarse de las propias opinones, emociones y, muy importante, de los prejuicios. Si estamos pensando en “la tontería que acaba de decir este tío”, difícilmente podremos escucharle con atención. Otro aspecto muy importante es la empatía. Al entender cómo ve el interlocutor el tema del que está hablando podremos captar con más detalle diferentes opiniones y perspectivas. Además, si somos capaces de empatizar con el otro, estaremos alejándonos de nuestro narcisismo durante ese momento. Y, por último, si queréis que vuestro interlocutor sepa que le estáis escuchando, no tenéis más que mirarle. Mirar es escuchar la comunicación no verbal. Por tanto, si escuchamos y miramos, estaremos escuchando al 100%.
Como se puede observar, escuchar activamente está al alcance
de toda persona humana. “Solamente” hemos de querer hacerlo y eso… eso sí que
es más difícil.
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