"Todos los días la gente se arregla el cabello,
¿Por qué no el corazón?"

miércoles, 29 de enero de 2014

Terapia a adultos a través de sus hijos

Existe la terapia individual y en grupo. Para niños, adolescentes y adultos. Terapia por Skype o en consulta. Terapia con animales. Terapia familiar. Y así unas cuantas más.
Hay algunos profesionales que optan por trabajar en terapia con los padres para niños o adolescentes que se niegan a ir a un psicólogo o a un terapeuta. Por otra parte, hay problemas que, aunque los exterioricen los niños, se tratan con los padres por cómo se originan.
Pero también he visto lo contrario a lo anterior. Niños que acaban en consulta para que ayudemos a sus padres. No lo dicen, ni siquiera ellos lo saben, pero he podido comprobar cómo  la ansiedad por separación de una preadolescente se originó por el miedo de su madre ante una situación. O cómo das cita a unos padres para hablar de su hijo o hija y el tema principal (el objetivo de la sesión) ocupa sólo los 15 primeros minutos y el resto acaba siendo terapia individual para la persona que ha venido. 
 
En algunas ocasiones, cuando el hijo lleva un tiempo en terapia, la madre o el padre decide acudir al psicólogo de manera individual. Aceptan que algo no va bien y que no todo depende del niño o adolescente. En otros casos, el caso se enquista. Da igual el método, el tema, los objetivos, los avances y los retrocesos. No importa el esfuerzo que haga el psicólogo y el niño si el origen del problema no cambia. Y también hay otro grupo, el grupo en el que justo cuando las mejorías empiezan a ser visibles, los padres deciden acabar con la terapia de sus hijos. ¿De quién es el problema entonces? ¿Es la dificultad del niño para conseguir algo o la constancia del adulto?
 
Es muy difícil aceptar la realidad. La sinceridad supone ser maduro y valiente. Valiente para no derrumbarnos al verla y para estar dispuestos a superar nuestros puntos débiles.
 
Recordad que los niños son el reflejo de sus personas queridas más cercanas. Recordad que es posible que los niños o adolescentes tengan determinados problemas en los que queramos ayudar. Pero recordad también, que los adultos debemos estar igual de sanos como queremos que estén nuestros hijos. Sólo así conseguiremos criar a personas maduras, equilibradas y capaces de solventar las dificultades del día a día.
 
 

 

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