"Todos los días la gente se arregla el cabello,
¿Por qué no el corazón?"

miércoles, 4 de junio de 2014

La familia en la edad dorada (3-5 años)

Ahora que el verano está muy cerca y que ya ha empezado la jornada continua en los colegios, es un buen momento para hablar de cómo se relacionan los niños de 3 a 5 años con la familia.
¿Qué aspectos hay que tener en cuenta? La comunicación, el tiempo que se les dedica y las posibles disputas de los padres.
Los niños necesitan que se hable con ellos y no que se les hable únicamente. Mediante la comunicación aprenden muchísimas cosas: lenguaje, atención, memoria y no menos importante, que sus padres les atienden y les quieren. Si la comunicación con los peques se basa en monólogos continuos creyendo que así aprenderán a utilizar el lenguaje, no sentirán que nos importa lo que nos dice, que nos interesa. Los niños no aprenden a hablar únicamente por escuchar el lenguaje o ver la televisión, necesitan formar parte activa de las conversaciones. ¿Cómo podemos hablar con ellos? Utilizando cualquier tema que a ellos les interese en lugar de centrar todas las conversaciones en lo que los adultos creemos que les debe interesar. Empaticemos con ellos, a nosotros no nos gustaría hablar siempre de temas intelectualmente ricos y que suponen aprendizaje. Necesitamos desahogarnos, divertirnos, entretenernos y sentirnos escuchados independientemente del tema del que hablemos.
Hay dos estilos de comunicación que destacan dentro del ámbito familiar: el imperativo “ven, vete, no toques eso, cuidado, te vas a caer, siéntate, estate quieto”… Os suena ¿no? Y, por otra parte, encontramos el estilo declarativo. Aquél en el que se comentan cosas con los hijos, se hacen cosas juntos se juega y se habla… todo esto sin dejar de dirigir al niño pero de forma más sutil. Los niños que crecen con un estilo de comunicación declarativo no sólo desarrollan más su inteligencia sino también un mejor carácter puesto que no sólo se dedican a recibir órdenes y a cumplirlas sin necesidad o posibilidad de contestar nada sino que se sienten escuchados, se consideran otro interlocutor más y no un subordinado.
Es bien sabido que a los hijos hay que dedicarles tiempo pero sobre todo a estas edades el tiempo que requieren es todavía una gran cantidad, hecho que a veces es incompatible con el estilo de vida que nos impone la profesión en la que trabajamos. Por eso, si pensamos que a los niños se les puede dedicar el tiempo del día que a los adultos les sobre, puede suponer muy poco o ninguno.  ¿Qué hacemos en estos casos? Aunque es aconsejable encontrar más tiempo, si no es posible podemos compensar un largo periodo de tiempo por uno más corto pero de más calidad. Podemos enseñarles a jugar a un juego o con un juguete, leer un cuento, que nos cuenten lo que han hecho a lo largo del día, etc. Cuando hay hermanos es conveniente pasar un rato de tiempo con cada uno de manera individual ya que tratarlos siempre en grupo puede fomentar una relación algo impersonal. Es importante recordar que realizar actividades con los hijos o acompañarles mientras las realizan es igual de importante que otros aspectos de su crecimiento.
Y, cuanto más tiempo pasamos juntos, más posibilidad de que los niños presencien conflictos paternos. Presenciar discusiones por parte de los menores no supondrá necesariamente un trauma irresoluble ya que de esta forma pueden aprender que las personas tienen diferentes opiniones. Pero estamos hablando de discusiones que se encuentran dentro de unos límites. Y por límites entendemos no perder el respeto, no utilizar un lenguaje hiriente y, MUY IMPORTANTE, no meter a los niños dentro de la pelea. Si no se sabe discutir de esta forma, quizá es un buen momento para aceptarlo e intentar cambiarlo.
A los niños y adolescentes les afecta bastante presenciar discusiones con un tono demasiado elevado y con palabras hirientes. Además, los padres son su modelo para resolver sus problemas en el entorno social y para formarse una opinión sobre la vida en pareja. Es por esto por lo que se les debe explicar una vez se ha discutido que las personas pueden opinar distinto y a veces pueden enfadarse, pero eso no supone de ninguna manera que se dejen de querer o dejen de quererles a ellos.
Pero no es suficiente con tranquilizar a los hijos después del conflicto. Es aconsejable que vean la reconciliación de la misma manera que ha visto la pelea ya que un final feliz puede suavizar los sentimientos negativos que les han provocado. Y después de todo esto… ¿se puede hacer algo más? Efectivamente, algo muy importante. Los hijos tienen que ver muestras de cariño, afectividad y emociones positivas entre sus padres y éstas deben ser mayoritarias con respecto a las peleas.
 
 

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