Seguro que, si no te pasa a ti, conoces a alguien cercano que se pone pálido como la nieve cuando oye que tiene que hacerse un análisis de sangre. Sí ¿Verdad? La fobia a la sangre, inyecciones y heridas (FSIH) o a las intervenciones quirúrgicas en general, es uno de los tipos de fobias más comunes.
En las fobias se da un miedo intenso
y persistente, excesivo o irracional (los adultos reconocen que el miedo que tienen es exagerado
o no tiene sentido) que aparece por la
presencia de este tipo de estímulos (sangre, inyecciones, heridas,
intervenciones…) o incluso ante la mera
anticipación:
-
Oh
Dios mío, tengo que hacerme un análisis de sangre y no quiero
-
Calla,
calla, ni me lo nombres que me pongo malo/a
Al encontrarse delante del estímulo
fóbico, la ansiedad aumenta considerablemente y de forma repentina pudiendo
llegar a provocar un ataque de pánico. Por eso, es posible que
estas situaciones se eviten provocando efectos negativos en la vida de la
persona que la padece.
Lo que temen estas personas suele centrarse en desmayarse,
perder el control, tener un ataque de pánico, hacer el ridículo y sufrir daño. Pero,
también es muy común la aprensión a las
sensaciones físicas que experimentan (mareo y náuseas) y la sensación de asco. El asco suele ser incluso mayor que el
miedo. Se ha demostrado que los fóbicos a la sangre se caracterizan por ser
susceptibles al asco.
Al
encontrarse en la situación que temen, suelen experimentar taquicardia,
palpitaciones, aumento de la presión sanguínea, se les acelera la respiración, muestran
sudoración e incluso una menor actividad gastrointestinal. Y, de todos estos
síntomas, los más frecuentes en este tipo de fobia son el mareo, el sudor, la
palidez, las náuseas sin vómitos y el desmayo. En el caso de otro tipo de fobias, lo característico es que la presión
sanguínea y el ritmo cardíaco aumenten. Pero, en la FSIH, primero ocurre esto
y, acto seguido, caen rápidamente ambas cosas, lo que produce el desmayo. Pero,
a pesar de ser característico, puede no darse esta respuesta en todas las
personas con esta fobia.
¿Por qué ocurre esto? Las posibles causas son varias:
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Tanto
por la posibilidad de que el sistema
nervioso autónomo sea inestable
como por el factor herencia para
desarrollar determinadas fobias.
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Además,
es más fácil tener miedo a los estímulos
que suponen una amenaza para la supervivencia de la especie que a otro tipo
de estímulos.
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También
se ha visto que hay estímulos que
generan miedo en muchas personas desde el primer contacto sin necesidad de
haber asociado ningún aprendizaje anteriormente.
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Podemos
asociar que la sangre, las inyecciones y las heridas son negativas tanto por experiencias traumáticas nuestras
como por observación de personas
cercanas. Si nos dicen que algo da miedo, no es necesario que lo
comprobemos para aprender que eso no es bueno.
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Por
último, puede influir la falta de
habilidades de afrontamiento a esta situación y la sobreprotección parental.
¿Cómo se puede intervenir? Os lo especifico a continuación de
forma introductoria ya que, a pesar de tener aspectos que no cambian, el
tratamiento varía en función de la persona.
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Dando información y corrigiendo las
creencias erróneas que
la persona puede presentar sobre la sangre, las inyecciones, las heridas y las
intervenciones. Muchas veces, el miedo a lo desconocido es lo que origina pensamientos
catastróficos mucho más impactantes que las consecuencias reales.
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Entrenando en habilidades para
afrontar la situación. Si habláramos de miedo a los animales podríamos enseñarle a acariciar un
gato, cómo coger un pájaro, etc. De esta forma, la persona realiza acciones que
dan seguridad en el animal, le hacen comportarse mejor, la situación fluye, la
persona gana seguridad y se reduce la ansiedad.
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Dando estrategias para controlar los
síntomas fisiológicos.
Esto es muy importante sobre todo cuando la ansiedad provoca mareo, náuseas,
temblores e incluso desmayo. ¿Cómo se hace? Mediante la relajación, respiración
y visualización de situaciones positivas.
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Proporcionando estrategias para
controlar el miedo. Mediante Autoinstrucciones como “no pasa nada”,
“ya lo has hecho otras veces y no era para tanto”, “sabes que acaba muy rápido”
y, por tora parte, captando los pensamientos que nos decimos a nosotros mismos
que nos producen más ansiedad “me voy a marear”, “voy a hacer el ridículo”, “me
va a doler”, “no lo voy a soportar”, “me falta el aire”… para cuestionar su
veracidad y cambiarlos por otros más adecuados a esa situación.
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Premiando después de haber afrontado
la situación. Esto
no es sólo cosa de niños. Si te has ido al hospital o te has hecho un análisis en
el centro de salud, date un capricho después. Esto te permitirá pensar en la
recompensa al acabar y no centrarte en ese momento estresante.
Este post me viene especialmente bien! Una vez que doné sangre casi muero en el intento :P
ResponderEliminarUn abrazo, Mónica.
Hola Hugo, me encanta leerte por aquí :)
ResponderEliminarSí, este post puede venir muy bien a muchas personas. Es una de las fobias más comunes. Muy valiente por tu parte donar sangre aun con la dificultad que te supone ;)
Un abrazo.