El blog de
esta semana va dirigido a tratar un tema bastante complicado de abordar tanto
por los sentimientos que provoca como por el hecho de que las víctimas sean
menores. Esta semana os hablo del abuso sexual infantil el cual se da cuando un adulto
o un menor de mayor edad que la víctima obliga a un niño a mantener contacto
sexual.
Pero ¿Cuál es la diferencia entre un abusador y un pedófilo?
Abusador: De da un caso concreto y reconocen
que su acción es/ha sido inadecuada.
Pedófilo: Crónico y general. No entienden lo
inadecuado de su acción. Creen que la sociedad no les entiende y no han hecho
nada malo.
Lo primero y más importante es tener claro que el abuso sexual es un delito y, por tanto, el psicólogo o la psicóloga tiene la obligación de notificar el delito al organismo competente. No tiene la obligación de denunciar sino de comunicar a la fiscalía de menores o a la dirección territorial de defensa de menores el hecho. Este es uno de los pocos casos en los que hay que romper el secreto profesional. Se debe avisar al paciente y, en el caso de que no esté de acuerdo, se debe comunicar igualmente.
Dadas las
características del abuso sexual y más tratándose de niños y adolescentes, se puede
derivar el caso a servicios sociales si no se está especializado ya que los
peritos conocen mejor este tema, saben hacer informes, declarar, etc. Por esto,
si derivamos, los psicólogos podemos
acompañar, enseñar y entrenar a los padres a decidir qué hacer durante los
pasos en servicios sociales y acompañarles con apoyo profesional. Como
clínicos tenemos las herramientas para tratar al menor y a sus familiares pero
la valoración de la credibilidad del abuso es bastante complicada y es mejor
derivar a expertos en ese ámbito. Todo
por el bien del niño.
Y por eso
mismo, por el bien del menor, es
aconsejable que éste pase por el menor número de profesionales puesto que
se han dado casos en los que los niños han contado tantas veces la misma
historia que se ha devaluado la credibilidad y no ha habido consecuencias para
el abusador.
El 70% de las víctimas de abuso sexual infantil presentan consecuencias a corto plazo y el 30% de las víctimas presenta
consecuencias a largo plazo. La experiencia clínica deja ver que las consecuencias psicológicas aparecen en
el momento de la revelación y no durante el abuso sexual debido a la
disociación (pérdida de contacto emocional inducida por uno mismo como forma de
autoprotección). Normalizan la situación como método de supervivencia. En
ocasiones, el abusador normaliza sus actos cuando no ocurre para disimular esa
situación, por lo que los menores hacen lo mismo e incluso llegan a pensar “¿me
lo he inventado?” (disociación). También es
posible que los menores acepten e incluso estimen al abusador excepto en el
momento del abuso. Al fin y al cabo, un padre es un padre, o un tío, un abuelo…
Pero no todas las víctimas requieren
intervención aunque sí apoyo psicológico. Una creencia errónea de los
psicólogos consiste en tener la certeza de que quien sufre abuso sexual “tiene
que” tener consecuencias a corto plazo. Quizá el menor ha percibido apoyo y ha conseguido
normalizar el suceso (“Ya estoy bien, con todo lo que he sufrido por fin estoy
feliz”). La situación sale a la luz, el abusador sufre consecuencias y el menor
deja de ser abusado. En este caso, sin consecuencias psicológicas, podría no
ser necesario la intervención en ese mismo momento. Esto no significa que no la
necesite en ningún otro momento de su vida.
Las conductas de abuso suelen
incrementarse paulatinamente siendo primera la estimulación, pasando al sexo oral,
siguiendo con la penetración digital y, más tarde, la penetración física. Este
comportamiento suele ser crónico y suele parar en la adolescencia cuando los
menores se revelan. Además no “suele” haber agresión (aunque es posible) ya
que juegan con la manipulación
psicológica.
En ocasiones,
podemos constatar abuso sexual y que los
padres no crean al menor. En estos casos, la prioridad es proteger al niño
o a la niña y existe la posibilidad de llevarle a un centro (esto significaría
que se nos han agotado las demás opciones). Si sus figuras protectoras no lo
son, se le saca del contexto familiar. Si el caso es el contrario, que el menor
se inventa el abuso, se realiza intervención familiar para abordar esa
situación.
A veces la
intervención puede ser una segunda victimización ya que podemos estar dando
importancia a un suceso que el menor ha normalizado. Por esto, cuando se trata de niños de preescolar se
trabaja con los padres y nunca con el menor.
Hay que
tener en cuenta que el abuso afecta al
entorno del/la menor por lo que es necesaria la intervención tanto con la
víctima, como con la figura protectora no abusadora y, cuando el niño se niega
a separarse del abusador y/o la ruptura familiar causa más daño que el propio
abuso, la intervención con el abusador.
Para
terminar, os dejo un libro titulado "Ni un besito a la fuerza". Un
libro que ayuda a prevenir el abuso sexual en los más pequeños de una forma
bonita y positiva.
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