"Todos los días la gente se arregla el cabello,
¿Por qué no el corazón?"

miércoles, 2 de julio de 2014

Abuso sexual infantil

El blog de esta semana va dirigido a tratar un tema bastante complicado de abordar tanto por los sentimientos que provoca como por el hecho de que las víctimas sean menores. Esta semana os hablo del abuso sexual infantil el cual se da cuando un adulto o un menor de mayor edad que la víctima obliga a un niño a mantener contacto sexual.

Pero ¿Cuál es la diferencia entre un abusador y un pedófilo?
Abusador: De da un caso concreto y reconocen que su acción es/ha sido inadecuada.
Pedófilo: Crónico y general. No entienden lo inadecuado de su acción. Creen que la sociedad no les entiende y no han hecho nada malo.

Lo primero y más importante es tener claro que el abuso sexual es un delito y, por tanto, el psicólogo o la psicóloga tiene la obligación de notificar el delito al organismo competente. No tiene la obligación de denunciar sino de comunicar a la fiscalía de menores o a la dirección territorial de defensa de menores el hecho. Este es uno de los pocos casos en los que hay que romper el secreto profesional. Se debe avisar al paciente y, en el caso de que no esté de acuerdo, se debe comunicar igualmente.
Dadas las características del abuso sexual y más tratándose de niños y adolescentes,  se puede derivar el caso a servicios sociales si no se está especializado ya que los peritos conocen mejor este tema, saben hacer informes, declarar, etc. Por esto, si derivamos, los psicólogos podemos acompañar, enseñar y entrenar a los padres a decidir qué hacer durante los pasos en servicios sociales y acompañarles con apoyo profesional. Como clínicos tenemos las herramientas para tratar al menor y a sus familiares pero la valoración de la credibilidad del abuso es bastante complicada y es mejor derivar a expertos en ese ámbito. Todo por el bien del niño.
Y por eso mismo, por el bien del menor, es aconsejable que éste pase por el menor número de profesionales puesto que se han dado casos en los que los niños han contado tantas veces la misma historia que se ha devaluado la credibilidad y no ha habido consecuencias para el abusador.
El 70% de las víctimas de abuso sexual infantil presentan consecuencias a corto plazo y el 30% de las víctimas presenta consecuencias a largo plazo. La experiencia clínica deja ver que las consecuencias psicológicas aparecen en el momento de la revelación y no durante el abuso sexual debido a la disociación (pérdida de contacto emocional inducida por uno mismo como forma de autoprotección). Normalizan la situación como método de supervivencia. En ocasiones, el abusador normaliza sus actos cuando no ocurre para disimular esa situación, por lo que los menores hacen lo mismo e incluso llegan a pensar “¿me lo he inventado?” (disociación). También es posible que los menores acepten e incluso estimen al abusador excepto en el momento del abuso. Al fin y al cabo, un padre es un padre, o un tío, un abuelo…
Pero no todas las víctimas requieren intervención aunque sí apoyo psicológico. Una creencia errónea de los psicólogos consiste en tener la certeza de que quien sufre abuso sexual “tiene que” tener consecuencias a corto plazo. Quizá el menor ha percibido apoyo y ha conseguido normalizar el suceso (“Ya estoy bien, con todo lo que he sufrido por fin estoy feliz”). La situación sale a la luz, el abusador sufre consecuencias y el menor deja de ser abusado. En este caso, sin consecuencias psicológicas, podría no ser necesario la intervención en ese mismo momento. Esto no significa que no la necesite en ningún otro momento de su vida.
Las conductas de abuso suelen incrementarse paulatinamente siendo primera la estimulación, pasando al sexo oral, siguiendo con la penetración digital y, más tarde, la penetración física. Este comportamiento suele ser crónico y suele parar en la adolescencia cuando los menores se revelan. Además no “suele” haber agresión (aunque es posible) ya que juegan con la manipulación psicológica.
En ocasiones, podemos constatar abuso sexual y que los padres no crean al menor. En estos casos, la prioridad es proteger al niño o a la niña y existe la posibilidad de llevarle a un centro (esto significaría que se nos han agotado las demás opciones). Si sus figuras protectoras no lo son, se le saca del contexto familiar. Si el caso es el contrario, que el menor se inventa el abuso, se realiza intervención familiar para abordar esa situación.
A veces la intervención puede ser una segunda victimización ya que podemos estar dando importancia a un suceso que el menor ha normalizado. Por esto, cuando se trata de niños de preescolar se trabaja con los padres y nunca con el menor.
Hay que tener en cuenta que el abuso afecta al entorno del/la menor por lo que es necesaria la intervención tanto con la víctima, como con la figura protectora no abusadora y, cuando el niño se niega a separarse del abusador y/o la ruptura familiar causa más daño que el propio abuso, la intervención con el abusador.
Para terminar, os dejo un libro titulado "Ni un besito a la fuerza". Un libro que ayuda a prevenir el abuso sexual en los más pequeños de una forma bonita y positiva.

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