¿Os ha
pasado alguna vez en el cine que no habéis querido llorar por vergüenza al “qué
dirán” viendo una película de pena y habéis cortado ese sentimiento pensando en
otras cosas? ¿Os habéis dicho en más de una ocasión “no me voy a enfadar, no
sirve para nada”? Si hacéis un poco de memoria, quizá encontráis bastantes situaciones
en las que habéis evitado tener un sentimiento. A esto se le llama disociación o pérdida de contacto.
¿Qué es la disociación o pérdida de
contacto? Es un
estado en el que la persona desconecta como si hibernara su ordenador o, como
los adolescentes pueden decir: “estar en la parra”. Esta pérdida de contacto es
un mecanismo de defensa que permite a alguien pensar en un acontecimiento que
le afectaba bastante y aún así no experimentar ninguna emoción. Un tipo de disociación leve podría consistir en decirse a sí mismo mientras ve
una película de acción o de intriga: “No puede ser que el malo pueda con el
protagonista tan pronto. Aún quedan 40 minutos de película”. Sin embargo, una disociación de mayor relevancia suele
darse en situaciones de abuso sexual, imaginando que se está en otra parte en el
momento del abuso o que es a otra persona, llegando incluso a dudar de si la
situación ha pasado en realidad o se la
ha imaginado. También se da pérdida de contacto de esta índole ante padres que son
amenazadores, imprevisibles, disocian ellos mismo o utilizan un estilo de comunicación
contradictorio.
Pero ¿Qué pasa si no me sirve para nada
enfadarme con fulanito porque siempre salgo perdiendo? Esa es una de las creencias erróneas más comunes
que tenemos. Quizá, a nivel objetivo, siempre “salgamos perdiendo” pero
mostrar nuestras emociones sirve y mucho.
¿Para qué sirven nuestras emociones?
·
La
felicidad nos da la fuerza necesaria para seguir con el día a día
·
El
miedo nos protege de las amenazas
·
El
amor nos ayuda a buscar a las personas que queremos tener a nuestro lado
·
La
tristeza nos prepara para realizar el duelo
·
La
ira nos ayuda a defendernos de los ataques para nuestra supervivencia
Entonces… ¿Disociar o perder el contacto es negativo?
Como siempre, es algo bueno siempre que tenga una función adaptativa y no resulte
negativo para nuestro crecimiento y aprendizaje personal. A veces, el término
disociación en psicología se puede entender como algo patológico. Por eso he
hecho énfasis en llamarlo “pérdida de contacto”.
La pérdida
de contacto es un mecanismo de protección y todos los mecanismos de protección
son positivos. A veces pensamos que estos mecanismos son negativos y debemos
acabar con ellos pero, pensar así en líneas generales, es como inventar una
cura para una enfermedad que padecemos y no dejarnos utilizarla. Además, es de
admirar que nosotros mismos, desde tan pequeños, fuéramos capaces de crear un
mecanismo de protección cuando las figuras de apego (por lo general) no fueron
capaces de proporcionárnoslo. Por tanto, fuimos muy valientes por crear esos
escudos aun edades tempranas para protegernos de ambientes negativos y sería
poco inteligente por nuestra parte no utilizarlos en nuestra vida.
El problema aparece
cuando usamos estos escudos en momentos donde objetivamente no hay peligro, cuando
nos impide hacer cosas o cuando influye negativamente en nuestra vida. El
adulto que disocia puede desconectar automáticamente y de forma inconsciente de
las situaciones que considera amenazantes sin detenerse a pensar si existe o no
un peligro real. Esto mantiene a la persona fuera de contacto en muchas
situaciones de su vida y, además, ante un posible peligro real no puede
protegerse porque no ha desarrollado escudos mejores. No olvidemos que este
tipo de mecanismos se suelen desarrollar en edades muy tempranas cuando no
sabíamos protegernos mejor. Más tarde, con el paso del tiempo, los problemas
suelen ser mayores y si nos anclamos a la disociación, podemos estar
defendiéndonos con un escudo poco eficaz.
Por tanto, es sano utilizar la disociación o la pérdida de contacto cuando nos sea necesario (problema real) y no haya un recurso mejor.
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