¿Qué tal las
vacaciones? ¿Mucho tiempo libre? ¿Mucho tiempo en familia? ¿Tenéis hijos/as de
9 a 11 años? ¿Cómo os habéis relacionado con ellos/as? Hoy, como vuelta al
trabajo, os enseño algunas características de cómo se relacionan los niños de
esas edades con su familia que están recogidas en el libro “La educación de
nuestros hijos. De 0 a 14 años”.
Cuando los niños alcanzan los 9
años empiezan a
hacer algo que a los adultos puede acabar desesperándonos pero es vital para su
crecimiento y un aspecto más que positivo para su expansión. Empiezan a
hacer preguntas morales y abstractas sobre temas como la muerte, la guerra y
los desastres naturales entre otros temas. Por su parte, los niños de 10
años intensifican mucho más este tipo de preguntas.
Como adultos, podemos tranquilizarles hablándoles claramente. ¿Cómo
sabemos qué necesitan saber en función de cómo es el niño o la niña?
Preguntando antes de contestar. Si nos pregunta sobre la muerte o sobre una
determinada noticia que ha visto en la televisión podemos preguntarle ¿a qué te
refieres? ¿qué has oído sobre ese tema? ¿Qué es lo que te preocupa exactamente?
Así podremos centrarnos en lo que quieren que le expliquemos sin dar
información que no necesiten o no sean capaces de procesar.
Cuando los
niños alcanzan los 11 años empiezan a buscar su independencia. Empiezan a
separarse emocionalmente de sus padres y comienzan a unirse más y más a su
grupo de amigos. Aun así, en esta edad las niñas de 11 años buscan una
relación de hermanas con su madre, aspecto que no debe dejarnos llevar a
los adultos, pues las niñas de esa edad necesitan los límites tanto como los
necesitaban con 8, 9 y 10 años. En cuanto a los niños de esta edad, hacen
gozar al padre de un momento épico ya que ambos pueden hacer actividades juntos
y tener intereses similares. En este momento, es muy importante que el padre
dedique tiempo a su hijo y no se excuse con la cantidad de trabajo que tiene
por hacer. El niño necesita de su presencia más que nunca en esos momentos
y, no nos mintamos, el trabajo no siempre desciende con el paso del tiempo. Y,
aunque así fuera, es muy probable que cuando el padre pueda dedicar tiempo a su
hijo, éste ya no esté interesado y haya perdido la oportunidad de compartir esta
fantástica y necesaria etapa.
A pesar de
estas características generales, algunos padres se pueden preguntar: Pero ¿cómo
pueden ser tan diferentes si les hemos educado de la misma forma? Y la
respuesta puede ser algo obvia: ya nacieron siendo diferentes, cada niño es
único y debe ser tratado como tal. Pero, a pesar de las diferencias
individuales, hay determinadas pautas y límites que se pueden establecer de
forma general. ¿Cuáles?
El tiempo de sueño de los niños
de 9 a 11 años: Como
norma general, la media suele ser de unas 9 o 10 horas diarias. Por lo
que, si el niño o la niña se levanta a las 8.00h, debería estar en la cama con
la luz apagada entre las 22.00h y 22.30h. ¿Puede modificarse el horario en
el fin de semana? Sí, pero no más de una hora para evitar que los lunes
vayan dormidos al colegio.
Horario para las demás rutinas
del día: Aunque
algunos puedan pensar que las siguientes frases son rígidas, no nos olvidemos
que a los niños de estas edades les resulta difícil centrarse y organizarse. Es
por eso por lo que es aconsejable que tengan un horario para hacer los
deberes, para ducharse, para cenar, para ver la tv (no aconsejable verla
mientras desayunan) y demás actividades diarias. Si pretendemos que se
guíen por sus deseos, el ambiente familiar puede convertirse en un caos. ¿Significa
esto que el horario deba ser rígido y sin ningún cambio? No, el sentido
común nos dirán cuándo podemos ser más flexibles. Pero ¡ojo! que la
flexibilidad no se convierta en una inestabilidad permanente de los límites.
Conflictos entre hermanos: ¿Es conveniente intervenir en los
conflictos entre hermanos? Es aconsejable que resuelvan los problemas ellos
mismos sin la necesidad de que medie un adulto. Esto les hará crear
herramientas para solventar los problemas de su día a día en un entorno seguro.
Esta decisión no significa que no se pueda intervenir nunca a pesar de
la magnitud del daño ocasionado. Los adultos somos los que, con nuestro sentido
común, podemos decidir en qué momento actuamos y en cuál no. Además, si
decidimos no actuar en un momento concreto podemos actuar más tarde, en un
momento de calma, haciendo preguntas sobre lo que ha pasado poniéndolas en
tercera persona. Es decir, haciendo preguntas como: ¿cómo se sentiría un niño
si su hermano le hubiera dicho que no quería jugar con él? ¿Cómo se sentirá
luego el niño que quería jugar solo cuando vea al hermano triste? ¿Qué otra
cosa podría hacer para solucionarlo? Es muy importante que todas estas
preguntas no se hagan desde una posición de jueces intentando hacer ver al niño
que no ha hecho lo correcto, sino con tristeza pensando en lo mal que se
sienten los dos hermanos después de la pelea.
Actividades de vacaciones o fin
de semana: A los
niños de estas edades les encantan los juegos de mesa, de palabras, de
preguntas, hacer deporte, la naturaleza, los animales, el ordenador, los
viedojuegos… Además, les gusta pasar tiempo con sus padres, con sus amigos
y, aunque no lo parezca, solos. Necesitan relajarse y tener tiempo para
ellos mismos. Para estar con sus amigos
es aconsejable que cada X tiempo se junten con sus amigos para compartir juegos
y experiencias. Por ejemplo, un sábado o domingo al mes si hablamos de época de
clases para hacer deporte, ir de barbacoa o hacer una acampada.
Atención por parte de los
padres: Aunque a
estas edades ya son cada vez más autónomos, pueden reclamar nuestra atención. Y
prestarles atención no significa únicamente jugar (que también), sino
conversar, tratar temas que les interesan o les causan dudas (en esta época los
temas abarcan mucho más que en etapas anteriores). Y algo muy importante es que
abordemos los temas que les interesen y motiven a los niños. Nosotros,
como adultos, podemos aportar temas nuevos pero sin insistir sólo por el hecho
de que nos apetece contárselos independientemente de que ese tema les aburra.
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