A partir de los 6 años de edad, los
niños y niñas comienzan a llevar tareas para casa de forma continuada. Ya no se trata de hacer dos fichas
como les ocurría en Educación Infantil. En tan solo un año, su vida ha dado un
gran cambio. Ahora tienen ejercicios de lengua, matemáticas, conocimiento del
medio, inglés…
Con respecto
a la cantidad de ejercicios y deberes que los niños de Primaria llevan a casa,
no haré mucho hincapié puesto que, en
este link que os dejo a continuación, un padre y profesor razona por qué la
cantidad de deberes en Primaria es totalmente desorbitada.
Pero, ¿Qué podemos hacer los padres, pedagogos y
educadores mientras que los niños siguen trayendo deberes a casa? Lo
primero de todo es priorizar de forma empática. ¿Qué significa eso? Que es
necesario terminar los deberes antes de ponerse a jugar pero también necesitan
descansar un rato cuando vuelven del colegio. Es conveniente que descansen un
rato al llegar a casa y luego se pongan a hacer todos los deberes.
Mientras que están trabajando,
necesitan un clima de silencio que les permita concentrarse. Siempre se habla de lo que no debe
hacer un niño durante sus tareas pero, ¿qué pasa con su entorno? ¿Qué debemos hacer los adultos? No se
trata de condicionar toda una vida familiar pero, a ser posible, debemos
intentar no hacer actividades que supongan mucha estimulación auditiva o visual
como ver la televisión en la misma habitación, hablar por teléfono, escuchar
música… No podemos pedirles que trabajen
en silencio, sin ver la tv y sin música si nosotros hacemos todo eso durante su
tiempo de trabajo.
Si el niño o
la niña es capaz de trabajar concentrado/a sin el acompañamiento de un adulto, es aconsejable que los padres no se sienten
a su lado aunque sí estén disponibles para cualquier duda. Duda que no
debemos responder resolviéndole el ejercicio sino invitándole a pensar cómo
hacerlo. Es un proceso más complejo pero realmente más efectivo para la
autonomía del menor.
Es muy probable que, ante un problema
a la hora de resolver un ejercicio, padres e hijos pierdan la calma. Es lo que comúnmente se conoce como “la
confianza da asco”. Si esta situación se da muchas veces, podemos plantearnos si hay otra persona de la casa que pueda ayudar al
pequeño a resolver sus dudas. Un familiar más paciente, con un carácter más
compatible o, también, las tareas se pueden dividir según las competencias de
los padres. Por ejemplo, uno ayuda a las tareas de comprensión y otro a las
mecánicas. Esto ayudará a que el momento de hacer los deberes no se convierta
en un tiempo de tensión y conflicto familiar.
Para una mayor
organización, es primordial que se
acostumbren a apuntar todos los deberes en la agenda y, en caso de olvido,
se les ayude las dos o tres primeras veces a solventar el problema
preguntándole a otros padres o al tutor o tutora. Pero, si la situación se
vuelve habitual, es aconsejable que se les deje asumir las consecuencias de no
llevar los deberes hechos. Es importante
ayudarles para que sepan que un olvido es algo accidental y no por ello merece
una sanción pero también es necesario que entiendan que sus acciones tienen
consecuencias.
Otro aspecto
que puede ayudar en la organización de los deberes, es escribir a modo de lista un plan de trabajo diario nada más
sentarse a trabajar. Por ejemplo:
1º Lengua
2º
Matemáticas
3º Inglés
4º ¡A jugar!
=)
Una vez
terminan cada punto, lo van tachando. De esta forma, empiezan a concentrarse en
los deberes con una tarea fácil, les permite saber cuánto les queda, reducen
los olvidos y les motiva cada vez que tachan lo que ya han realizado.
Aun así, es
importante recordar que cada niño es
diferente y necesita una atención individualizada. Hay niños que trabajan
mejor con los padres al lado, niños que se concentran aun con música y ruido de
fondo, etc. Por ello, la coordinación entre los padres y tutores es tan
importante. Los niños pasan de estar con su familia a estar en clase y
viceversa. La relación padres-tutores
permite tener una visión muy completa de las características y necesidades de
nuestros hijos.
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