"Todos los días la gente se arregla el cabello,
¿Por qué no el corazón?"

miércoles, 17 de diciembre de 2014

El poder de la escritura II

 
La semana pasada os hablé de los beneficios de la escritura terapéutica a nivel personal y terapéutico. Si no leísteis la entrada, podéis hacerlo pinchando aquí. Hoy, me centro en explicaros cuáles son los beneficios de la escritura terapéutica en la enseñanza y en la enfermedad.
 
La escritura se puede utilizar como recurso en la enseñanza. Los destinatarios ideales para este tipo de actividad son los alumnos de Secundaria y, en algunos casos, los del último ciclo de E. Primaria.
Los profesores no tienen únicamente la posibilidad de transmitir conocimientos a sus alumnos sino que también pueden favorecer que contacten con ellos mismos, se acepten, se valoren y descubran cuáles son sus recursos personales para afrontar sus problemas. Hay muchas estrategias diferentes que pueden conseguir estos objetivos y entre ellas se encuentra la escritura terapéutica.
¿Por qué es tan adecuada esta práctica en el aula? Porque, entre otras cosas, los alumnos están muy familiarizados con la escritura, los textos, la lectura, etc. y es una buena forma de que reflexionen, tomen perspectiva y aumenten su creatividad con un medio en el que se sienten seguros.
¿Cómo se pueden integrar los ejercicios de escritura terapéutica en el aula? En la clase de tutoría como medio para que los alumnos se conozcan a sí mismos y trabajen aspectos inconclusos de sus vidas o, en la clase de Lengua y Literatura para trabajar la escritura de textos poéticos y en prosa pero con un contenido que, además, trabaja a nivel interno.
 
 

La escritura también puede utilizarse como recurso en la enfermedad. La escritura ayuda en la curación tanto a nivel psicológico como físico. Cuando escribimos se activan los dos hemisferios cerebrales que, cuando se interrelacionan, ayudan a la regulación del sistema límbico y aumenta el equilibrio emocional.
James W. Pennebaker afirma que el hecho de guardar en nuestro interior hechos traumáticos o que nos suponen emociones negativas hace que sintamos un mayor nivel de estrés, lo que produce consecuencias negativas en nuestro cuerpo. Por tanto, partiendo de esta base, la liberación de esos pensamientos y hechos traumáticos reduciría el estrés disminuyendo el ritmo cardíaco y provocando cambios positivos en un gran número de leucocitos. De esta forma, el sistema inmunológico sería más eficaz y, por tanto, podríamos afrontar las infecciones con un mejor pronóstico.
¿Significa esto que la escritura terapéutica es capaz de curar enfermedades? No. No se puede utilizar como único método para mejorar psíquica y físicamente, pero sí es un buen complemento como tratamiento para la prevención y mejora de estados de salud.
 
¿Todo el mundo puede utilizar la escritura terapéutica para sentirse mejor? Sí. Como ya comenté la semana pasada, no es necesario ser Calderón de la Barca para trabajar con la escritura. Pero, no olvidemos, que sólo aquellas personas que estén dispuestas a emocionarse haciéndolo, serán las que puedan disfrutar de los efectos positivos de la escritura.
 
Si os interesa la escritura terapéutica podéis encontrar muchos ejercicios en el libro de Reyes Adorna, Practicando la escritura terapéutica.
 
 
 

miércoles, 10 de diciembre de 2014

El poder de la escritura I

Hoy os hablo de algo que me fascina y que he practicado desde siempre. Durante la infancia, para dar rienda suelta a mi imaginación. Durante la adolescencia, para desahogarme de todo ese caos que generaba la mezcla de hormonas y emociones intensas. Y, en la adultez, desde el conocimiento de que, llevarlo a cabo, supone muchas ventajas para aquél o aquella que lo quiere hacer. Os hablo de la escritura terapéutica.
 
 
 
 
Como las ventajas se dividen en diferentes ámbitos, hoy os explicaré en qué consiste la escritura terapéutica a nivel general, en el ámbito personal y en el contexto de sesiones terapéuticas. La próxima semana os comentaré cuáles son sus ventajas en la enseñanza y en la enfermedad.
La escritura favorece no sólo la creatividad sino también nuestro crecimiento como personas. La palabra escrita va más allá de nuestros pensamientos con un poder especial para la curación.
Nuestros pensamientos van muy rápidos, son espontáneos, desordenados, redundantes y pueden producirse ambigüedades y contradicciones además de irnos por las ramas y perder el objetivo que queríamos cumplir. A veces, puede interrumpirse un pensamiento por otro que llega con más fuerza y no ser conscientes hasta que llevamos un rato divagando sin llegar a ninguna conclusión.
Con la escritura, podemos manejar esos pensamientos más fácilmente, borrarlos, tacharlos, aumentar la concentración y hacernos más conscientes de lo que nos ocurre. El hecho de escribir nos obliga a pararnos, madurar nuestras ideas y organizarlas.
Además, tiene la ventaja de que sólo se necesita un cuaderno y un boli o, si se prefiere, un ordenador. Si se escoge escribir a mano, el nivel de personalización es mucho mayor. Se puede elegir un diseño de libreta que vaya con nuestro estilo, dibujar, personalizar la portada, etc. Y, con la libreta física, podemos escribir allá donde vayamos si la tenemos siempre con nosotros. Aun así, la persona tiene que escoger el medio en el que se sienta más cómoda.
Otra de las facilidades de la escritura terapéutica, es que no se necesita un momento y un lugar concreto para llevarlo a cabo. Se puede elegir cualquier sitio y cualquier hora que nos apetezca cada vez que vayamos a escribir. Puede haber ciertas excepciones en las que se deba escribir en momentos concretos si la escritura terapéutica se está llevando a cabo en el marco de un tratamiento psicológico profesional.
 
Escribir nos puede ayudar, a nivel personal, por tener en este medio a un amigo  ideal que siempre nos comprende y, muy importante, que nunca nos abandona. Siempre está ahí para cuando lo necesitamos. Pero, cuidado con nuestro nivel de perfección. No se trata de escribir el mejor relato de la historia o una poesía ganadora de un concurso. Si nos centramos en hacerlo perfectamente, no nos estaremos ayudando. Al contrario, ya que el peso de la perfección nos empujará hacia la frustración de no sentirnos capaces de hacerlo “adecuadamente” o “como debe ser”.  
Lo que importa no es la forma, sino la acción. El acto de escribir ya es terapéutico y tiene la particularidad de que, si la persona no lo desea, no tiene por qué enseñárselo a nadie. Si no hay presión externa ¿Por qué ponerla nosotros? En ese caso, más que ayudarnos, estaríamos provocando más dolor.
 
La escritura como recurso psicológico en consulta tiene sus inicios en el psicoanálisis a pesar de que, desde hace muchos siglos, tanto el escribir como el leer se consideran una forma de liberarse de todo el dolor excesivo buscando la paz y el desahogo. Desde sus comienzos, ha ganado más importancia en las terapias actuales porque tiene varios beneficios que ayudan en el proceso terapéutico:
-          Supone una participación activa del paciente aumentando su implicación en las tareas y disminuyendo la visión del terapeuta como protagonista por su poder de “curación”. La responsabilidad no recae en el psicólogo sino en el paciente que trabaja y pone en marcha las herramientas que el profesional le da.
-          Facilita la expresión de los sentimientos y emociones.
-          Disminuye la introspección excesiva. Al plasmar la idea en el papel, el paciente puede salir de su espiral de pensamientos y rumiaciones con las que, posiblemente, incremente su ansiedad y no le sirva para solucionar el problema que le preocupa.
-          Tomamos distancia de lo que pasa y esto nos ayuda a mirar las cosas desde otra perspectiva.
 
¿Os animáis a escribir para sentiros mejor? Si lo hacéis, espero que me contéis que tal os ha ido ;)
 
 
 

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Este/a niño/a no me come nada


 
 
Este/a niño/a no me come nada” ¿Cuántas veces hemos escuchado o dicho esta frase? ¿Cuántas abuelas y cuántos abuelos se preocupan por si sus nietos se desnutren? ¡Con todo lo que les ha costado a ellos ganarse el pan para conseguir comida y ahora su nieto/a no quiere comer!
Lo mismo ocurre con algunos padres y madres que se preocupan porque sus hijos, a los que quieren con toda su alma, se encuentren perfectamente. Ante todo esto, es normal que las personas nos preocupemos por el estado de salud de nuestros seres queridos, y la comida es un factor muy importante para ese estado de salud que tanto nos importa.
Pero, antes de preocuparnos, es aconsejable que entendamos por qué razones puede no comer un/a niño/a. Entre los dos y los seis años casi todos los niños pasan por una etapa en la que se hace notable la inapetencia a la hora de comer. ¿Significa eso que están enfermos? En un principio, no. Si un/a niño/a recibe comida sana, saludable y con los nutrientes necesarios, estará sano aunque tome muy poca cantidad o incluso si algún día de forma aislada no come nada.
Y entonces, ¿cómo sé si ha comido lo suficiente? Para ello, es de gran ayuda apuntar durante una semana todo lo que come. Si no lo hacemos, es posible que si un día come menos de lo esperado, nos preocupemos y nos olvidemos de que los días anteriores ha comido perfectamente. De esta forma, al apuntarlo, basamos nuestra preocupación en datos objetivos y evitamos dejarnos llevar por la ansiedad que nos ha provocado el día en el que ha comido menos.
¿Qué podemos hacer si no quiere comer? Algo sencillo que puede suponer un gran esfuerzo para las personas a las que preocupa este tema. Tratar el tema con total normalidad. Ni insistir o castigar en el caso de que no coma, ni premiar en el caso de que sí lo haga. Si damos demasiada importancia al momento de la comida, el comer o no comer puede basarse en retos, demandas de atención, vinculación con momentos negativos, etc.
¿Cómo podemos facilitar que el niño o la niña coman mejor si sabemos que les resulta complicado hacerlo con normalidad?
 
·         Escribiendo un menú para toda la semana. Si el niño o la niña tiene más de dos años, el menú será igual para toda la familia. Si lo escribimos será más fácil que no se sucumba a la tentación de preparar otro plato del gusto de quien no quiere comer.
·         Comer siempre en el mismo lugar. Los niños necesitan rutinas y se encuentran mejor si siempre se sigue el mismo patrón.
·         Evitar distracciones durante la comida. Aunque poner la televisión puede sernos útil para conseguir que coma “sin darse cuenta”, estaremos consiguiendo lo que queremos únicamente a corto plazo. Si mañana no hay televisión o come en casa de los abuelos, en el colegio, o en cualquier otro lugar donde no se ponga el canal de televisión que le distrae, nos encontraremos el mismo problema de que no quiere comer ya que el tema no se ha solucionado, se ha aplazado para otro momento. Como distracciones también se entienden los cuentos, los juegos, los disfraces y demás actividades que los padres, con toda su buena voluntad, ponen en marcha con su creatividad al máximo nivel. Si hacemos que el niño o la niña se divierta tanto a la hora de comer, retrasará el final de este momento para que la función no acabe.
·         Limitar el tiempo. Poner un horario cerrado a la hora de comer. Si no siempre es posible empezar a la misma hora, establecer cuándo se acabará pasados X minutos. Como los niños pequeños no conciben muy bien el paso del tiempo, se les puede poner un reloj de agujas en la mesa o en la pared y especificarle que cuando la aguja llegue al número X, se habrá terminado el tiempo de comer. El tiempo estimado en el que un/a niño/a tarda en comer es de unos 30 minutos aproximadamente.
 
 
Uno de los aspectos más difíciles para todo familiar que intenta solventar este tema es entender que, a día de hoy y si las circunstancias económicas y sociales son las “normales”, ningún niño se ha muerto ni se va a morir de hambre. Si el niño o la niña no quiere comer y pasan los minutos establecidos previamente para estar en la mesa, no se le obliga a comer, ni se le insiste, ni se le da otra cosa, ni se le riñe, ni se le da atención por no haber comido. Se le puede informar de lo que sucederá si decide no comer. “Si no comes ahora sabes que no vas a comer hasta la hora de la merienda y quedan muchas horas para eso. Tú decides”. Más tarde, cuando todavía queden dos horas para que la merienda llegue (una merienda como siempre, no con más comida para paliar todo el hambre que tiene), su barriga le pedirá comida y se acordará de la decisión que tomó previamente a la hora de comer. Si es muy pequeño/a se le puede recordar que fue él/ella el/la que decidió estar tanto tiempo sin comer. Al principio se frustrará pero, con el paso de los días, aprenderá la lección por sí mismo/a.
Por último, es importante destacar que no acabaremos con esta situación porque un día pase hambre y lo recuerde el resto de su vida. Es necesario que los padres, tíos, abuelos o quienes compartan la hora de la comida con ellos, se armen de toda su paciencia y entiendan que es un cambio a largo plazo y, por tanto, se necesita perseverancia y congruencia en nuestros actos de forma mantenida en el tiempo.
 

miércoles, 26 de noviembre de 2014

¿Te muerdes las uñas?

 
Morderse las uñas es un hábito nervioso que está relacionado con estados de ansiedad. En momentos de estrés, la acción de morderse las uñas desvía la atención y se convierte en una distracción fácil y relajante. Con el paso del tiempo, esta acción se automatiza y se lleva a cabo de forma totalmente inconsciente.
Esta práctica suele empezar entre los niños más nerviosos al superar la etapa del chupete o de chuparse el dedo. La edad común para empezar a morderse las uñas es a partir de los tres años, cuando se tiene la suficiente coordinación psicomotriz para hacerlo sin hacerse daño.
Los efectos negativos de morderse las uñas no serían de gran relevancia si se hiciera pocas veces. Pero, al hacerlo de forma repetida, los dientes pueden sufrir daños al chocar de forma continuada los incisivos superiores e inferiores. Por su parte, en las uñas se crean microtraumatismos y, además, se pueden provocar infecciones por bacterias en la uña al estar en contacto con la boca de forma prolongada. El dedo también se puede inflamar debido a los daños que se provocan alrededor de la uña provocando dolor.
A nivel general y por motivos de estética, las preadolescentes empiezan a interesarse por erradicar este hábito.  ¿Cómo se puede lograr?
Son bien conocidos los remedios que consisten en cubrir las uñas con esmaltes, endurecedores o sustancias amargas para provocar el rechazo de la persona a morderse las uñas. Pero, a pesar de ser un método eficaz a corto plazo, el mejor tratamiento es el psicológico.
Cuando los niños son pequeños, la responsabilidad de llamarles la atención cuando están realizando esta actividad, es de los padres. Y, si bien es necesario llamarles la atención para que sean conscientes de que lo están haciendo y cese la actividad, es muy importante que no se le riña de manera excesiva. Con un “te estás mordiendo las uñas” es suficiente. Otra opción es la de pactar con ellos una palabra clave o un signo que les divierta y que tenga este significado, de manera que nadie sabe que se trata de eso pero el niño ha recibido el toque de atención. Algo que les despierte, que les haga ver lo que están haciendo pero sin provocar por ello un acontecimiento negativo. Si se le dicen frases como “no eres capaz de controlarlo”, se le estará culpando por no conseguirlo y echar la culpa no ayuda a tomar el control de una situación.
Cuando se trata de niños mayores, adolescentes o adultos, el tratamiento puede ser algo más completo. Consiste en hacerse conscientes de cuándo realizan esta acción y, además, sustituirla por otras incompatibles.
 
Las personas anotan los momentos concretos en los que se muerden las uñas: viendo la tv, escuchando al profesor en clase, en época de exámenes, etc. De esta forma, podrán saber cuándo es más probable que lo hagan y, por tanto, cuándo deben estar más alerta para no hacerlo. Al principio, como es un proceso inconsciente, pueden pedir ayuda a familiares o amigos para que les indiquen que se están mordiendo las uñas y apuntarlo.
Una vez se han hecho conscientes los momentos en los que suelen hacerlo, deciden qué acción pueden llevar a cabo para no morderse las uñas: coger apuntes si se está en clase, guardarse las manos en los bolsillos, masticar chicle, etc.
Además, si se fomenta el cuidado de las uñas (manicura, pintarse las uñas, etc.), es más probable que la persona encuentre más coste que beneficio al hacerlo. Ya que, si se muerden las uñas, no podrán pintárselas o se estropearán las manos que se acaban de cuidar haciéndose la manicura.
Es importante advertir que las manos no vuelven a su estado “natural” hasta pasados unos ocho meses de haber dejado de hacerlo. Es un esfuerzo a largo plazo en el que es muy importante el refuerzo cuando se logra parar de hacerlo.
Y no nos olvidemos de que, a pesar de ser una actividad automatizada, aumenta en época de estrés. Por tanto, si vemos que la acción de morderse las uñas se incrementa, además de incidir en que dejen de hacerlo, sería más que aconsejable preocuparnos por su estado y, ante todo, empatizar con ellos y proporcionarles seguridad y protección.

 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

¿Por qué me cuesta tanto entender y perdonar a mis padres?

Adentrándome en el mundo interno del apego descubrí a Peter Fonagy, una persona capaz de juntar dos mundos aparentemente tan diferentes como son el psicoanálisis y la neurociencia.
 
Pero si quiero hablaros del apego basándome en Peter Fonagy, es necesario que primero os explique el concepto de mentalización. La mentalización es similar a la metacognición (proceso en el que pensamos sobre cómo pensamos) y la empatía (pensar y sentir como la otra persona) pero con matices diferentes. La empatía consiste en pensar y sentir como la otra persona mientras que la mentalización se basa en saber lo que piensa y siente la otra persona únicamente. Hay dos tipos de mentalización:
 
1.      Implícita: Aprendida por intuición en conversaciones sociales, emociones, etc. Ej. Saber anticipar los movimientos de los demás conductores mientras se circula.
 
2.      Explícita: Típico de la terapia y del trabajo del psicólogo de hacer consciente lo inconsciente poniendo palabras a los sentimientos. Ej: Los conocimientos que aprendo para aprobar el examen de conducir.
 
Cuando mentalizamos se activan varias zonas del cerebro. El área paracingulada, el surco temporal postero-superior y la encrucijada témporo-parietal, la amígdala y los polos temporales.
 
En adultos con una historia de trauma en el apego durante la infancia, a veces falla la capacidad para concebir cómo piensan o sienten las personas. Hay un fracaso en la mentalización. Por ejemplo, puede darse la situación de que un paciente presione al terapeuta para que muestre evidencia de preocupación por él ofreciéndole sesiones de más o permitiéndole llamadas telefónicas entre sesiones como pruebas materiales de compromiso por su limitada capacidad para percibir este interés en las que otras personas no encontrarían ninguna razón para dudar de ello. Y quien dice relación de terapeuta-paciente, dice relación de pareja, relación de amistad, relación laboral…
 
Jonh Bowlby, otro maestro del apego, afirma que el trauma dificulta la exploración y activa los lazos afectivos. Nos sentimos angustiados y queremos que nos abracen. El apego cumple funciones del desarrollo muy importantes más allá de la protección física. Algunas de las más importantes son la regulación del estrés y los afectos, el control de la atención y el desarrollo de la capacidad para mentalizar. Cuando en la infancia encontramos relaciones de apego problemáticas, se debilitan estas funciones incluyendo la mentalización.
 
 
En dos estudios por imágenes, Bartels y Zeki  (2000, 2004) descubrieron que, cuando las áreas cerebrales que median en el apego se activan, las regiones encargadas de los juicios sociales y la mentalización se inhiben. Por tanto, ante un estado de apego emocional muy intenso, la mentalización quedaría desactivada imposibilitando el saber cómo piensan y sienten los demás. Es por esto por lo que es tan difícil comprender los estados mentales de las figuras de apego.
 
Un campo de entrenamiento ideal para desarrollar la mentalización es el apego. Éste es seguro y no es competitivo. El problema se da cuando hay un trauma en este campo de entrenamiento, cuando hay un trauma en el apego. Cuando la persona con una relación de apego desadaptativo se siente mal, pide ayuda a sus figuras de apego pero no la puede recibir porque esas personas son las que le están haciendo daño. En ese momento vive una emoción muy intensa que no puede eliminar porque nadie puede solucionar el problema. A esto se le suma que, a mayor activación, menor capacidad de mentalización creando un círculo vicioso. Si tengo esa emoción tan intensa por no poder solucionar el problema me es imposible mentalizar y, si no consigo mentalizar, no puedo solventar el problema y necesito a mis figuras de apego, quienes no me ayudan y me crean esa emoción tan intensa.
 
Cuando pensamos en todos los problemas que hemos tenido con nuestros padres durante nuestra vida, revivimos las emociones que vivíamos entonces de manera que sufrimos como si volviera a pasar. Percibimos un peligro constante.
 
Por eso es tan importante que los psicólogos y terapeutas ofrezcamos una nueva figura de apego con la que se puedan sentir seguros y protegidos, para aumentar su capacidad de mentalización y así encuentren las herramientas necesarias para solucionar los problemas que les traen a consulta.
 
 
 

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Sin música, la vida sería un error (F. Nietzsche)

¿Quién no ha sentido tristeza, felicidad, tranquilidad o pura energía escuchando música? Esta semana en ¿Te atreves?  os hablo de los efectos de la música a nivel psicológico y por eso, en esta entrada del blog, os concreto diferentes formas de introducir la musicoterapia o la música a nivel general, en el ámbito hospitalario y psicológico.
 
 
 
La música y/o musicoterapia en el ámbito hospitalario:
1.     Distracción: Si, durante un procedimiento médico, ponemos la atención en otra cosa, se reducirá la sensación de miedo, dolor, angustia o ansiedad. Walworth (2005), observó que, en pediatría, la música reducía los llantos y la angustia típica de los procedimientos médicos hasta el punto de poder prescindir, en muchos casos, del uso de anestesia.
2.     Reorientación en fase postoperatoria: Cepeda, Carr, Lau y Álvarez (2009), observaron que los pacientes que escuchaban música después de dos horas tras una intervención quirúrgica, necesitaban 1mg menos de morfina que los que no escuchaban música. Y, un día después, necesitaban hasta 6mg menos, lo que no significa que se utilice la música como único analgésico.
3.     Reducción de la ansiedad: Cuando escuchamos música, nuestros ritmos cardíaco y respiratorio se sintonizan con el ritmo de lo que estamos escuchando. Por tanto, al reducir las constantes vitales, se puede reducir el estrés.
4.     Mejora del sistema inmunológico: En esta misma línea, el estrés influye negativamente en el sistema inmune. Por lo que, si reducimos el estrés, nuestro sistema inmune se verá beneficiado.
5.     Problemas digestivos: Hallaron que la estimulación con música de Mozart disminuía las secreciones gástricas en personas con úlceras de estómago llegando, en algunos casos, a su completa normalización.
6.     Duelo: El uso de la música puede contribuir al proceso emocional en pacientes en su última etapa de vida.
 
7.     Distrofia muscular y otras dificultades de movilidad: Si se quiere trabajar a nivel físico, se puede ejercitar el tono muscular con la manipulación de instrumentos.
 
8.     Alzheimer: La actividad musical fomenta la comunicación entre los participantes y, a nivel fisiológico, Kumar et al., (1999) descubrió que la musicoterapia incrementaba la melatonina, regulando la activación corporal generando un mayor nivel de calma y de relajación.
9.     Parkinson: Cosgriff (1988) halló que modificando la música lograba avances en distintos movimientos y reducía los temblores típicos de esta enfermedad. La música a utilizar debe ser con una estructura rítmica fuerte.
10. Daño cerebral adquirido: Los usos de la musicoterapia en este contexto pueden ser la estimulación rítmica para la realización de tareas motoras, el canto para la mejora del lenguaje, reducir el aislamiento social y propiciar el uso de habilidades sociales.
 
La música y/o musicoterapia en el ámbito psicológico:
1.     Depresión y Ansiedad: Puede utilizarse la música para expresar sentimientos, fomentar el autoconocimiento o para provocar cambios en el estado de ánimo con canciones que induzcan a la relajación o estados más positivos.
2.     Trastorno de estrés postraumático: Levine (1992) afirmó que el área de Broca, responsable del lenguaje, no está activo en las neuroimágenes de pacientes traumatizados. Por el contrario, Bremner et al., (1992) observó que la amígdala sí está trabajando en el hemisferio derecho. La musicoterapia ha mostrado ser efectiva en casos de soldados que sufrían estrés postraumático así como en casos de mujeres abusadas.
3.     Trastorno límite de la personalidad: La intervención se centra en regular la expresión de las emociones canalizándola de una manera adecuada. Mediante los distintos tipos ritmo de las canciones se puede lograr un mayor autocontrol y estabilidad emocional, aspecto clave en este tipo de trastorno.
4.     Autoestima: Si se acepta todo tipo de creación incondicionalmente, las personas implicadas verán favorecida su autoestima. En este caso, la tarea del musicoterapeuta es hacer consciente cualquier intento de autocrítica a la composición musical de un participante.
5.     Identificación y manejo de emociones: Cuando se trabajan aspectos internos e íntimos desde un plano simbólico como es la música, los clientes tienen la percepción de una menor amenaza y son más colaborativos a la hora de trabajar. Aspectos como la intensidad, el tempo y el seguimiento de un patrón rítmico pueden favorecer la autorregulación.
6.     Habilidades sociales: Comunicarse en el grupo musical supone empezar una conversación, aprender a expresarse frente al grupo, autorregular la intensidad a la hora de tocar un instrumento, coger diferentes roles (protagonista, acompañante…). Desde este plano también se puede trabajar la empatía comprendiendo lo que cada persona siente a través de la música.
 
 
 
 
Si os ha gustado esta entrada no dudéis en haceros con el libro del que he recopilado toda esta información: Introducción a la musicoterapia, de Miriam Lucas Arranz ;)

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Carta a mi miedo al abandono

Esta semana comparto con vosotros una carta muy interesante. Esta carta la ha escrito una persona que tiene miedo al abandono y, desde su perspectiva, podemos empatizar con estas personas desde un punto más personal e íntimo dejando a un lado todas las descripciones negativas que se cuentan sobre aquellos que sufren este miedo tan potente y desolador. La carta dice así:
 
 
Hola, llevaba tiempo sin saber de ti. Parece ser que eso te ha molestado y ha hecho que vuelvas a mí con fuerza. Imagino que abandonarte cuando eres el miedo al abandono, no te ha hecho ninguna gracia.
 
He vuelto a sentirte como un gran nudo en mi pecho que me oprime. Como si no cogieras dentro y estuvieras empujando mi diafragma hacia abajo. Siento que tu miedo a que me olvide de ti consigue que te hagas grande e intenso para llamar mi atención y, cuando lo consigues, eres tan grande que me cuesta pensar en otra cosa.
 
He de decirte que me resulta muy difícil luchar contra ti. Cuando eres tan fuerte pero estás tan feliz de que te haga caso y te cuide, me das un chute de energía tan grande que no quiero olvidarte nunca. Sólo tú me proporcionas ese sentimiento tan gratificante.
 
El problema viene cuando te asustas. Te asustas tanto que me asustas a mí y no puedo ver con claridad cuáles son las distintas posibilidades de solucionar el problema. Me hundo contigo, me atrapas, me haces sentir tanto que anulas cualquier pensamiento racional que pueda tener al respecto.
 
Es entonces cuando la gente empieza a definir mi comportamiento (porque es lo único que ellos pueden ver). Me analizan, me describen y empiezan a escribir en distintos manuales y páginas en Internet que me convierto en una persona pegajosa, asfixiante e incluso manipuladora. Me da tanta rabia que me vean así… Y en cierta parte, sé que puedo convertirme en eso. Por eso te escribo hoy, para decirte que no me gusta que me hagas ser así. No quiero ser así por tu culpa.
 
He estado leyendo, escuchando y aprendiendo. He entendido que tú naciste en mí desde mis experiencias tempranas, cuando mis figuras de apego no consiguieron darme la seguridad que necesitaba. A veces me atendían y a veces no. Y, como dicen por ahí, si me hacen caso siempre, mi necesidad se cubre más rápido que si me dan aquello que necesito gota a gota. Y, en mi caso, solían hacer lo segundo.
 
Otras personas dicen que el problema viene cuando las figuras de protección son las mismas que las que nos hacen daño. Quizá cuando era pequeña y tenía un problema, acudía a pedir ayuda a mis figuras de protección pero, justo en ese momento, eran las que me hacían daño y esto me provocaba una emoción tan intensa que no podía pensar otra posible forma de solucionarlo, conviviendo con esa intensidad negativa durante un largo período de tiempo.
 
Con todas estas explicaciones quiero decirte que ya sé por qué me quieres tanto. Ya sé por qué te gusta vivir en mí. Cuando pienso esto más de una vez y tú estás medianamente tranquilo, me ayudo a mí misma a poder reaccionar cuando estás en esa versión rebelde que tanto me mata. No consigo que dejes de hacerme daño pero dejo de hacer todos esos comportamientos que la gente ve y con los que me describen como parte de un trastorno. ¿Sabes por qué pasa esto? Porque con estos motivos te ayudo a que te entiendas tú también. Te ayudo a saber que naciste por una necesidad que no se cubrió en su momento y que estás en un bucle del que no sabes que puedes salir, pero puedes salir porque esa necesidad en la actualidad es irreal. Ya no dependes de nadie tanto como cuando eras pequeño. Ya no necesitas comprobar que no te van a abandonar porque eres capaz de vivir por tu cuenta. Puedes vivir sin mí.
 
Por tanto, sólo quería que supieras que esta no será mi última carta, no te preocupes. Te escribiré otra vez, pero será para contarte cómo conseguí dejar de vivir contigo. Me has acompañado durante mucho tiempo y me has ayudado a poner en marcha herramientas cuando no tenía otras. Pero ahora, ya de adulta, creo que nuestros caminos se pueden separar. Espero que te vaya muy bien en la vida y recuerdes lo que vivimos juntos, pero también espero que seas feliz sin mí al igual que yo aprenderé a serlo sin ti.
 
 
Un beso,
 
 
La persona que ha puesto voz y actos a tus sentimientos durante tantos años.


 

miércoles, 29 de octubre de 2014

Depresión, moda otoño-invierno

Con la llegada del otoño  y, con el cambio de hora, la luz del sol bastante reducida en el tiempo, nuestro ánimo se resiente y podemos notarnos más melancólicos, apáticos o decaídos. Uno de los motivos por los que esto sucede es por el aumento de secreción de melatonina en nuestro cuerpo. Cuando nuestra retina capta luz solar, nuestro organismo deja de secretar melatonina mientras que, en ausencia de luz, nuestro cuerpo se dedica a secretar esta hormona que produce somnolencia y relajación pudiendo notar cansancio y apatía. Esta es una de las causas de que en los países como Noruega, donde la luz del día es bastante más escasa, la tasa de suicidios es una de las más altas.
Pero ¿Qué pasa si la tristeza que notamos se hace cada vez más fuerte? ¿Si se mantiene meses y meses? ¿Si empieza a condicionar nuestra vida negativamente? Conviene diferenciar la tristeza de la depresión.
La depresión es algo más que estar tristes. A la tristeza se le suman sentimientos de irritabilidad y ansiedad. La persona con depresión experimenta un cansancio continuo y excesivo, empieza a tener menos ganas de comer, no duerme bien y cada vez tiene menos ganas de mantener relaciones sexuales. El mundo se convierte en una amenaza, tiende a ver el lado negativo de las cosas, no entiende su día a día y puede parecerle absurdo vivir así, vivir en él.
 
¿Por qué sucesos se puede dar la depresión?
1.      Por un cambio grande en la vida que rompe nuestros esquemas (desde la muerte de un ser querido hasta el nacimiento de un hijo).
2.      Por un cambio en nuestra forma de vivir el día a día (cambiar de trabajo a otra ciudad, cambiar de casa a otra zona donde no es posible seguir con las rutinas que antes se seguía…)
3.      Por un aumento de sucesos que nos producen aversión ya sea por la cantidad o por la forma (un trabajo que nos exprime, una carrera que sólo nos da tiempo para estudiar…)
4.      Por una disminución de cosas positivas ya sean terrenales (quedar con los amigos o practicar un hobby) o simbólicas (una persona que deja de creer en Dios).
 
¿Por qué se mantiene este sentimiento de tristeza?
La pérdida de cosas positivas en el día a día (hacer cosas que les gustan) les hace tener pensamientos, sensaciones y emociones negativas, lo que les produce un dolor emocional. Este dolor emocional es incompatible con la motivación, las ganas de aprender y de hacer cosas nuevas, de ponerse en marcha. Acaba con las fuerzas para hacer cualquier cosa, lo que les lleva a una inercia donde dejan de hacer actividades ya sean obligatorias o voluntarias. Esta inercia les hace perder las cosas positivas que les quedaban (dejan de hacer cosas que les gustan, dejan de llamar a sus amigos, no salen si les llaman para quedar…), produciéndoles más dolor emocional y manteniendo la inercia de un ciclo vicioso negativo. Una depresión es más severa cuantas más actividades placenteras y obligatorias ha dejado de hacer.
Una de las diferencias entre la depresión y la tristeza es la capacidad de cortar el ciclo en alguno de estos puntos.
 
Dos aspectos muy importantes en el mantenimiento de la depresión son los pensamientos negativos y la incapacidad para hacer actividades.
La tristeza les hace sentir cosas como “me encuentro fatal”, “he dormido mal”, “no estoy de humor”. Por lo que, si les llaman para salir o les proponen hacer algo experimentan pensamientos como “tendría que ducharme, arreglarme, ir hasta allí…” “no me apetece” “demasiado coste”, “total para qué”. Estos pensamientos generan ansiedad de modo que sus siguientes pensamientos pueden ser “no disfrutaré de la película” o “me preguntará y le tendré que contar cómo estoy”, lo que les generará más ansiedad. De esta forma, acabarán respondiendo a sus amigos “No gracias. No me apetece”, lo que les producirá un alivio a corto plazo por no tener que realizar esa actividad pero de esta manera se mantiene la inercia y, por tanto, la depresión.
 
 
Espero que las personas que lean esta entrada encuentren más fácil decir que se sienten tristes sin necesidad de acudir a las frases de moda como “estoy deprimida” o “tengo depresión”. Si, por el contrario, alguna persona se ha sentido identificada con lo que he escrito, que no dude en pedir ayuda profesional. Pedir ayuda ya supone romper la inercia. El mero hecho de pedir ayuda es un gran paso para la recuperación.